La Iglesia de la reina
Los protestantismos europeos con Iglesia establecida, calvinismo, luteranismo, y anglicanismo, como la propia Iglesia católica, retroceden año tras año en número de feligreses oficialmente apuntados y mucho más en la asistencia a los cultos. Del hecho de que, según estadísticas, haya hoy más católicos que pueblen los bancos del templo en la misa dominical que anglicanos en servicio similar en Inglaterra -algo más de 800.000 contra algo menos- no quiere decir que Inglaterra vaya a volver al jirón de Roma, aunque su ex primer ministro Tony Blair, que era anglicano, acabe de abrazar la fe católica.
Hay 27 millones de anglicanos, al menos nominales, en Inglaterra, contra no más de cinco y medio de católicos, de los que la mayoría son descendientes de irlandeses que llevaban la doctrina ya aprendida cuando sus antepasados emigraron a la gran isla británica. En toda Europa desciende cada año el número tanto de cristianos oficiales como de practicantes.
El anglicanismo cae, quizá, más rápidamente que las Iglesias de Lutero y Calvino, porque es un movimiento más que una Iglesia unificada. Cuando ya hacía 30 o 40 años que Enrique VIII había consumado el cisma, en la segunda mitad del siglo XVI, y bajo el reinado de su hija Isabel I, catolicismo y anglicanismo eran casi indistinguibles; que en vez de Roma el jefe de la Iglesia fuera el monarca, hoy otra Isabel, la II, era la diferencia principal; pero en las décadas siguientes se fueron incorporando elementos de verdadera ruptura protestante, con lo que el anglicanismo es hoy un tanto arco iris.
La reina y gran parte de los pares pertenecen a la fe anglicana, concretamente a la rama llamada de los anglo-católicos. Una Iglesia que creen en el Vaticano que acabará por regresar a su seno. Y tanto más, parece ser, cuanto se vaya modernizando la Iglesia de Inglaterra, mientras la católica permanece en la más estricta inmovilidad; como cuando el anglicanismo admitió a la mujer al sacerdocio al inicio de los noventa y hubo una ola de conversiones a la fe católica, entre ellas las de dos miembros del Gobierno del conservador John Major. Blair tampoco debe querer que la mujer diga misa.
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