Una herramienta para la integración
Una asociación de Durango organiza equipos de fútbol con jóvenes inmigrantes para facilitarles su convivencia y contribuir a su educación
En plena época de la globalización, donde en una misma ciudad confluyen muy distintos idiomas, hay un lenguaje, el del fútbol, que sirve para asociar y trabar relaciones entre muchos de sus habitantes. Requiere más gestos que palabras, y el compromiso de hacerse entender por el otro. Eso es lo que busca Durangoko Jaiki, una asociación deportiva creada la pasada temporada y en la que toman parte inmigrantes de diversas nacionalidades.
El fútbol, o al menos su vertiente más competitiva, queda aparcada para favorecer el verdadero propósito de la entidad. "Queremos educar en valores humanos a través del deporte, y contribuir a la integración social de los que vienen de fuera", explica su presidente, José Ramón Gaztelurrutia.
Una quinta parte de la población del Duranguesado es inmigrante
Una decena de menores magrebíes juega en los equipos de la entidad
Al comienzo de este curso arrancaron tres equipos con la indumentaria del Durangoko Jaiki -cedida por la Fundación Athletic-, pero sólo continúan dos, pertenecientes a las categorías cadete e infantil de las divisiones inferiores del fútbol provincial.
El proyecto de mayor relevancia, el equipo senior, se ha debido replantear su futuro después de ser expulsado de la competición. El motivo: no presentarse a tiempo a dos encuentros.
Formado por inmigrantes de Senegal, Ghana y varios países iberoamericanos, los horarios y las circunstancias laborales de estos futbolistas algunos con turnos muy extensos en fundiciones o serrerías- hacían imposible siquiera los entrenamientos. "No les quedaba tiempo para eso", añade el presidente, quien asegura que dos de estas personas perdieron su trabajo "por lesionarse en un encuentro".
¿Cómo empezieza una idea así? "Calculo que en una quinta parte de la población del Duranguesado es inmigrante, lo que hace urgente trabajar para que se integren. Pero nosotros no queríamos una competición entre equipos compuestos sólo por inmigrantes, porque eso sería como separarlos del resto de la sociedad", explica Gaztelurrutia. El resultado -fútbol al margen- ha sido beneficioso, pero con dificultades: "Los africanos nos lo han agradecido, y a nosotros nos ha servido para conocerles mejor. Pero desde la Federación Vizcaína [de Fútbol] y algunos equipos ha habido falta de apoyo e insolidaridad, porque en el campo los veían como rivales". Para Gaztelurrutia, algunos jugadores se han implicado más que otros. "Deberían esforzarse más, y saber que hay una corresponsabilidad: nosotros les ayudamos, y ellos deben poner de su parte".
A Durangoko Jaiki todavía le restan dos equipos con los que trabajan en el campo de Astola, en Abadiño. Son la materia prima más joven: los niños. "Son grandes chavales y estudiantes", apunta Gaztelurrutia. Entre los dos equipos, además de chicos naturales de la zona, participa una decena de menores marroquíes y argelinos, de origen bereber, que residen en el albergue de Izurtza, de titularidad foral.
Son chavales que llegan hasta Euskadi escondidos en los bajos de camiones y con problemas relacionados con la "falta de atención y de disciplina". "Hay aspectos que a los chicos extranjeros les cuesta aprender, como que deben ducharse al final del entrenamiento, o que en un partido no pueden intercambiar su puesto con el del portero", explica Gaztelurrutia, quien pide ayuda a las instituciones públicas porque "estos chicos estudian por las mañanas y después, por la tarde, tienen que recorrer cinco kilómetros a pie para venir a entrenarse".
"Queremos que, sobre algo que les gusta, como es el fútbol, podamos ayudarles a desarrollar valores como el respeto y la convivencia", afirma el responsable de la asociación. En ello están los tres técnicos, mitad entrenadores mitad educadores, que trabajan con la entidad, con resultados que, hasta el momento, parecen positivos.
La situación de Ellis es distinta. Es un chico nigeriano de 12 años que reside desde hace dos en Vizcaya con sus padres. Conoce el castellano y su caso no tiene nada que ver con el de otros marroquíes y argelinos. "Cuando no nos entendemos, nos basta con los gestos. El fútbol me ha servido para hacer amigos". Ander, un chaval de 14 años, se muestra de la misma opinión. "La mayoría son buenas personas. Se les nota que quieren conocer gente, y cada vez nos estamos haciendo más amigos".
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