¿Hubo una atmósfera de azufre en Marte?
Marte debió de ser en el pasado remoto un lugar mucho más templado que ahora, si es que hubo allí océanos de agua líquida, como muchos científicos sostienen. Pero el efecto invernadero que arroparía el planeta vecino no sería tanto de dióxido de carbono como el nuestro ahora, sino de un gas mucho más efectivo en ese fenómeno: el dióxido de azufre. Esto es lo que han propuesto unos investigadores estadounidenses en el último número de la revista Science, argumentando que la presencia de ese compuesto de azufre expelido por los volcanes a la atmósfera marciana resuelve incógnitas que traen de cabeza a los planetólogos desde hace tiempo, como la no abundancia de rocas carbonatadas, como las calizas, que cabría esperar en un entorno de CO2. También explicaría el origen de los minerales ricos en azufre descubiertos en el suelo marciano por los vehículos todoterreno de la NASA Spirit y Opportunity, y que se habrían podido formar en un entorno de agua líquida.
En realidad, la principal motivación de María T. Zuber (del Massachusetts Institute of Technology, MIT) y unos colegas suyos de Harvard en esta investigación era interpretar la historia del planeta rojo sobre los nuevos datos aportados por los dos vehículos que descubrieron minerales de azufre en minúsculas muestras del suelo.
Zuber sintetiza el reto: "¿Cómo tomar mediciones muy detalladas de composición química en un minúsculo lugar de Marte y ponerlas en el contexto de la evolución global del planeta?". El gran avance, dice, se produjo cuando se dieron cuenta de que habían estado persiguiendo "la molécula equivocada". Tras varios años investigando el papel del CO2 y el ciclo del carbono, se dieron cuenta de que "tal vez la clave era el dióxido de azufre".
Cuando el Opportunity descubrió la jarosita, que sólo se forma en aguas muy ácidas, estos científicos se plantearon cómo explicar ese entorno ácido, y el dióxido de azufre proporcionaba una respuesta. Lo primero es que este compuesto evitaría la formación de rocas carbonatadas. Y, desde luego, explicaría la existencia de la jarosita.
Según la evolución de Marte rescrita ahora por Zuber y sus colegas, hubo todo un ciclo del azufre a través de la atmósfera, el agua en la superficie y su fijación en el suelo y la corteza del planeta, comparable al ciclo del carbono terrestre. El dióxido de azufre se disuelve fácilmente en el agua, de manera que, una vez expulsado por las erupciones volcánicas, gran parte de él acabaría en el agua de los enormes océanos primitivos que debieron cubrir un tercio del planeta. En el agua inhibirían la formación de minerales carbonatados, pero provocaría la de silicatos y sulfitos, como el sulfito de calcio. Estos minerales, explican los científicos, se degradan relativamente rápido, así que no deberían estar ahora en la superficie marciana, pero también permiten la formación de arcillas, que se han encontrado en Marte. Esto resolvería otro enigma, ya que las arcillas normalmente se asocian a los mismos procesos que crean carbonatos, cuya ausencia allí es notoria.
Desde luego, el efecto invernadero reforzado por el dióxido de azufre -10 partes por millón en una atmósfera de dióxido de carbono duplica la cantidad de calentamiento- ayudaría mucho a mantener estable el agua de esos hipotéticos océanos.
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