Un vacío de graves consecuencias
"No escogí esta vida, sino que ella me escogió a mí". La primera frase del prefacio a la última edición de la autobiografía de la "hija de Oriente", como se conoce a Benazir Bhutto, constituye el mejor epitafio para la propia ex primera ministra de Pakistán, asesinada el 27 de diciembre en Rawalpindi. La muerte de la única mujer candidata a dirigir el país y la política con mejor preparación y más carisma internacional provoca un vacío en el escenario político paquistaní que tardará tiempo en llenarse y que puede tener graves consecuencias para el proceso de transición democrática que Musharraf pretende llevar a cabo, por medio de la celebración de elecciones el próximo 8 de enero.
Ahora cabe preguntarse qué es lo que viene: ¿otro nuevo golpe de Estado?, ¿otro callejón sin salida?
Benazir Bhutto, y el PPP que dirigía hasta hace dos días, eran actores clave en ese posible cambio que, aunque limitado, representaba la esperanza más creíble para que Pakistán evolucionase hacia una democracia estable. En un país donde el voto a los principales partidos se basa en el carisma de sus líderes, no sólo el PPP se queda huérfano de dirigente, sino que Musharraf se queda sin una posible socia para compartir el poder -mucho más creíble que su tradicional rival Nawaz Sharif- y Nawaz Sharif, sin una posible aliada para reformar el papel de las fuerzas armadas y reducir los poderes del presidente.
Se sabía que ningún líder político paquistaní estaba a salvo de un posible intento de asesinato y que el extremismo islámico había prometido teñir la campaña electoral de sangre. Además, los hasta ahora atentados fallidos -sobre todo contra Musharraf, los restantes miembros del último Gobierno y contra la propia Benazir Bhutto- y la cercanía de los comicios hacían presagiar que una transición democrática aún podía tener lugar de forma pausada. No obstante, el asesinato de la líder del PPP ha alterado notablemente los pronósticos y hará falta tiempo para que las aguas vuelvan a su cauce, mientras se espera que la situación no empeore aún más.
Por ahora, el presidente Musharraf ha anunciado que seguirá adelante con las elecciones, despejando temporalmente una solución militar, pero son muchas las dudas que plantea el actual escenario político. En primer lugar, no está claro si los dos principales partidos críticos con Musharraf van a participar en los comicios. Las vacilaciones de Nawaz Sharif tras los atentados son muestras de que su estrategia va a depender en buena medida de lo que decida la dirección del PPP, pues si opta por acudir a las urnas, el PML-N probablemente también participará. A poco más de una semana y media de la convocatoria electoral el PPP se halla descabezado, a pesar de ser el partido que cuenta con más posibilidades de ganar, si no lo remedia el fraude electoral. El PPP es el partido mejor organizado y Benazir Bhutto había realizado una activa campaña electoral en las últimas semanas en las principales ciudades del país.
En segundo lugar, cabe tener en cuenta el factor sorpresa, siempre omnipresente en la azarosa vida política de Pakistán. ¿Habrá sido Benazir Bhutto la única víctima deseada por los autores o puede haber otras? Más que la única mujer candidata, pues había dirigido el país con anterioridad, la líder del PPP era la única alternativa de cambio capaz de hacerse con el poder en un momento clave en la historia de Pakistán, en el que la principal lucha se halla en el seno de las fuerzas reaccionarias. Estas fuerzas reaccionarias son: el extremismo religioso, y su convivencia con un sector del Ejército que lo ampara; el Ejército, que intenta mantener sus privilegios políticos y económicos; y un liberalismo político que, en principio moderado, se ampararía en los poderes anteriores para salir a flote.
Y, en tercer lugar, si finalmente se celebran las elecciones, conviene preguntarse sobre el tipo de gobierno que puede salir de ellas y el respaldo popular con el que puede contar para hacer frente a los grandes desafíos que tiene abiertos el país. Si no se produce una colaboración de fuerzas entre el PPP y el PML-N -ya que existen desavenencias entre los dos partidos o por el funcionamiento de fuerzas ocultas para no permitir esta coalición- para salir del actual impasse, es difícil que prospere una anhelada transición democrática en Pakistán.
Los que se preguntan por qué Pakistán, seis décadas después de su creación como Estado independiente, no puede evolucionar hacia una democracia estable, deberían entender que este país tiene a su enemigo dentro. La muerte de Benazir Bhutto sólo complica el mapa político, lo enrarece aún más, y ahora cabe preguntarse qué es lo que viene: ¿otro nuevo golpe de Estado?, ¿otro callejón sin salida protagonizado por los partidos políticos lacayos del Ejército? o ¿es que aquí no ha pasado nada?
Antía Mato Bouzas es especialista en Asia meridional y colaboradora del Real Instituto Elcano, de Madrid.
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