_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Abrazos

Las hadas malas son muy contradictorias, caprichosas y crueles en su reparto de maldiciones a pie de cuna. Hay bebés sanos que reciben como condena una obsesión patológica que, al crecer, se manifestará, por ejemplo, en hacerles sentir como agresión cualquier expresión natural de ternura. Y hay bebés que afrontan desde su nacimiento el infame destino de no poder gatear, ni ser abrazados, ni recibir cachetes en el culillo. Pequeños a quienes hasta el amor les duele. Literalmente, físicamente: les duele.

Hace más de 10 años escribí una columna sobre niños aquejados de epidermolisis bullosa, una enfermedad de origen genético que consiste, para simplificar, en un crecimiento desordenado de la piel que produce ampollas y deformaciones indescriptiblemente dolorosas y que, con cruel lentitud, conduce a la muerte. El dolor de esas criaturas es una herida intolerable para quienes les aman y son testigos de su sufrimiento. Sin embargo, la "E.B." es una dolencia relativamente poco extendida, que no merece gran atención de los científicos -ni hace 10 años ni ahora-, a pesar de los esfuerzos de quienes se asocian para combatirla, a pesar de que ha sido incluida en una Marató de TV-3, y a pesar de que figuraba en la agenda de las causas diurnas de Lady Di.

La esperanza, sin duda, se encuentra en el desarrollo de la investigación con células madre. Cuanto antes. Deprisa, deprisa.

Entretanto, ayer enterramos a Pau, nombre que en catalán significa Pablo y también Paz. Tenía 13 años y era un golfillo muy consciente del horror que le poseía y de la ternura sin manos, sin brazos y sin cuerpo que le rodeaba. Hay ya paz para Pau, niño de mi familia a quien no debíamos tocar. Me gustaría ser creyente para pensar que descansa, al fin aprisionado, felizmente ahogado y aplastado por todos los abrazos que le correspondían.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_