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Columna
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Preguntas sin respuestas

La suerte, escribieron los clásicos, es como el vidrio, que se quiebra cuando más brilla. La fortuna, decían también, vuelve necio a aquel al que favorece con exceso. Puesto que sobre las tierras valencianas no llovieron los millones de la lotería navideña, no corremos el peligro de que se nos quiebre la suerte el próximo año. Y dado que la fortuna no nos favorece excesivamente -pellizcos de los terceros, cuartos y quintos premios por las comarcas centrales y sureñas, mientras el gordo pasa de largo- no riesgo tampoco entre nosotros de caer en la necedad. No hay motivo alguno para preocuparse: los días se empujan, y una noche apremia a la siguiente; así que dentro de unos meses seguiremos expectantes y esperando que llueva suerte y se acumulen millones. Aunque podemos estar contentos porque estos días lluviosos que despiden el año han acumulado el agua tan necesaria en nuestros campos, sobre todo en las comarcas norteñas, por donde Els Ports, El Maestrat y L'Alcalatén con valores recogidos de más de cien litros por metro cuadrado. La suerte que no se tuvo con los décimos de la lotería. La lotería y la visita de nubes cargadas de agua son irregulares por aquí, y siempre una pregunta abierta, sujeta a un arbitrario sino.

Es un desaguisado que atenta contra el buen nombre de la Justicia y la opinión pública

Aunque hay otros aspectos irregulares y arbitrarios de la cotidianidad valenciana que, casi con toda seguridad, seguirán siendo también dentro de doce meses una pregunta abierta y sin respuesta. No son aspectos que dependen de los vaivenes lunares de la fortuna, como la lotería; están más bien relacionados con la voluntad humana, y la convicción social y política. Nos referimos, por ejemplo, al llamado caso Fabra y al funcionamiento de la Justicia con mayúscula. ¿Estaremos esperando y preguntándonos los ciudadanos, dentro de un año, por llegada definitiva de la jueza o el juez que, hechas las averiguaciones oportunas y pertinentes, haga luz en el entramado político-empresarial de Carlos Fabra y en la rectitud o no de su comportamiento con respecto a la Hacienda pública? Siete u ocho togados han pasado ya por el Juzgado de Instrucción de Nules que se ocupa del caso, y eso no puede entrar nunca en algo que pudiéramos llamar administración normal de Justicia; es un desaguisado que atenta contra el buen nombre de la Justicia y contra un amplio sector de la opinión pública, sobre todo castellonense, que espera ver resuelto el caso por la trascendencia política y social que tiene.

Dentro de unos esquemas lógicos, y no mudables como la luna o la fortuna, cabría suponer que el principal encausado en dicho caso, fuera el primer interesado en que se resolviera el asunto cuanto antes, y más cuando se presume de inocencia; y más cuando sus allegados y deudos políticos de su partido defienden a ultranza su presencia en la vida pública. Pero los esquemas lógicos no encajan en las mentes de algunos de nuestros políticos, y la pregunta del porqué sigue abierta y sin respuesta, como tampoco encajan en los cambios judiciales en el Juzgado de Instrucción Número 1 de Nules. Y el año que viene, Dios dirá.

Y sin salir del ámbito de la administración de la Justicia, y sin salir de la geografía de las comarcas valencianas norteñas, parece que es como de no recibo que un alcalde imputado en la alteración de censos electorales, tal el caso del alcalde de Fanzara, no pueda declarar en los juzgados en torno a su caso, porque el juzgado donde tenía que declara estaba de guardia y con casos más urgentes para tratar. Es decir, que unos más que posibles fraudes electorales que desvirtúan la esencia de la misma democracia, pueden aplazarse dos, tres meses o los meses que sean, y no pasa nada donde debería pasar. Y miren ustedes por dónde: esas posibles alteraciones del censo con empadronamientos ficticios en pequeñas poblaciones tienen demasiado que ver con la elección indirecta que se hace de los gobiernos y presidentes de las provinciales diputaciones. Y en la Diputación de Castellón rige la vara de mando de Carlos Fabra. Toda una pintura negra goyesca, toda una pregunta cuya respuesta no la tienen los hados, ni la mudable fortuna, cuyos cambios se relacionan con la luna. Una pregunta que seguirá, a lo peor sin respuesta, cuando dentro de doce meses arranquemos la última hoja del almanaque.

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