"Euro Disney ayuda a escapar de la vida real"
El desayuno es un pequeño preludio de la gira gastronómica por Madrid que le han preparado, así que Karl L. Holz, presidente de Euro Disney, apenas prueba las delicatessen y se limita al café y el zumo de naranja. Pero a este americano nacido en una base de la Fuerza Aérea de EE UU en Alemania le gusta comer. En realidad, parece que le gusta la vida en general. Cuando entra en la sala para la entrevista lo hace con una abierta sonrisa, que no abandona, y que a ratos convierte en sincera carcajada, un síntoma más de su campechanía.
El presidente de Euro Disney ofrece algunas claves del negocio de la felicidad
Ese gusto por la cercanía seguro que le viene bien, porque Holz, de 55 años, tiene a su cargo un mundo obligado a dar felicidad. Entró en Disney en 1996 y desde 2004 es el responsable de Disneyland París, un rincón de fantasía artificial que el año pasado visitaron 14,5 millones de personas -más que las que se acercaron a la vecina Torre Eiffel- en busca del lado amable de las cosas, y en el que este fin de semana el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se dejó ver con su amiga Carla Bruni.
"Me considero muy afortunado. Gestiono un negocio que consiste en ofrecer a la gente experiencias memorables y que lo consigue".
-¿Memorables?
-Sí. Casi todo el mundo recuerda su primera experiencia Disney. Déjeme contarle la mía. Tendría cinco o seis años y en mi casa no había entonces televisión. Me llevaron al cine a ver Bambi y nunca había visto una sala ni una pantalla tan grandes, y luego esa historia... eso es una experiencia Disney, una experiencia directamente conectada a las emociones, algo único que toca el corazón.
-¿En eso consiste la magia Disney?
-Consiste en transportar a la gente a un lugar y un tiempo que no pueden encontrar en ningún otro sitio. Para mí la mejor manera de describirla es pensar en los ojos de una niña cuando pasea por el parque y se encuentra con Cenicienta. Se establece entre ambas una conexión tan especial...
-Para los mayores parece un poco estomagante.
Holz ríe y lo niega. "El parque tiene un buen equilibrio entre las actividades para niños, adolescentes y adultos. Además, a la gente le gusta poder escapar de la vida real". ¿También Sarkozy? Holz no va a comentar ninguna visita privada, tampoco ésta.
Una plantilla de 12.700 personas de 100 nacionalidades distintas se afanan en abrir las puertas de ese mundo feliz, la cara glamurosa de un negocio que, sin embargo, se estrenó con enormes pérdidas en el frío París. Hoy se está enderezando. ¿Cómo se aborda ese enorme reto logístico?
"Desde una perspectiva de negocio se consigue con liderazgo. Se trata de motivar, comunicar, establecer prioridades, y agradecer lo bien hecho. Desde una perspectiva personal mi filosofía es bien simple: practica lo que pregonas, y trata a la gente como tú quieres ser tratado".
Quizá por eso no se queja de que el café, a estas alturas, se ha quedado algo frío y apenas ha probado bocado. Se reserva, dice, para el almuerzo que va a mantener con sus colaboradores, a los que no deja que le llamen presidente -"soy Karl"- y con los que tratará futuros proyectos para la familia Disney. En la suya, por cierto, hay dos hijos y una esposa llamada Wendy. ¿Será por casualidad?
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