Cinismo
Soy una profesora de secundaria que en el camino hacia mi instituto paso todos los días por la puerta de dos colegios religiosos concertados (es decir, sufragados con el dinero de todos los contribuyentes). A su entrada se agolpan coches de primeras marcas con padres que dejan a sus hijos. La mayoría de éstos, a pesar del uniforme, siguen marcando el estatus familiar con caras mochilas y otros complementos de marca. En los cuatro años que a diario hago este recorrido sólo he visto inmigrantes en el entorno de estos centros cuando alguna niñera acompaña a los más pequeños.
Según me acerco a mi instituto, comienzo a ver una notoria presencia de alumnos inmigrantes, pues su número se ha ido incrementando desde que estoy en este centro. Quiero decir con ello que la tendencia a hacer de los centros públicos guetos para inmigrantes es, al menos en esta Comunidad gobernada por el PP, además de alarmante, incontestable.
Por eso, al leer en EL PAÍS la noticia sobre el documento de la Conferencia Episcopal en el que hace un llamamiento a los poderes públicos para evitar brotes de racismo si empeora la economía, he hervido de santa indignación. El cinismo y la desfachatez de la jerarquía católica en España se aprecia en la distancia que media entre los hechos y sus propias palabras: "Hay que arbitrar las medidas necesarias (...) para evitar la exclusión, la marginación, el gueto, etcétera, durante el tiempo de formación de niños, adolescentes y jóvenes, porque un error repercutiría en frustración y violencia".
¿Qué tal si acogen con caridad cristiana a los inmigrantes que les corresponden, para garantizar una escolarización equilibrada, en sus floridos pensiles?
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