Primer libro multimedia
Esta nueva versión castellana de la Atalanta Fugiens se acompaña con un claro y preciso prólogo de Joscelyn Godwin que trata de su autor y sus singulares características, y un CD con una fina versión musical muy a juego con sus 50 emblemas. Dentro del género de la literatura emblemática, tan propia del Renacimiento y del Barroco, "éste es por la singularidad de sus emblemas, la erudición de sus textos y lo singular de sus partituras musicales, el más bello de todos los libros de emblemas". Y puede verse, en efecto, como el primer libro multimedia de la cultura europea. Su autor supo combinar el saber alquímico, el epigrama mitológico y la alegoría bien ilustrada de estos 50 grabados, espléndidos, del famoso J. T. de Bry y su yerno M. Merian, con sus curiosos apuntes de breves fugas musicales, con un talento muy original. El libro se publicó en 1617, y encaja en la serie protagonizada por el famoso Emblemata de Alciato (de 1535), con algunas peculiaridades: el acompañamiento musical y su cifrado mensaje alquímico. (A ese respecto es deudor de famosos textos de alquimia, como la Tabla Esmeralda de Hermes, la Turba Philosophorum y el Rosarium Philosophorum).
La fuga de Atalanta
Michael Maier
Traducción de María Tabuyo
y Agustín López
Atalanta. Girona, 2007
296 páginas. 39 euros
El lector tiene ante sí el reto de una lectura sugerente y fantasiosa y una invitación a pasear por un laberinto con extrañas vistas a una sabiduría alquímica muy de otros tiempos
Michael Maier (1568-1622) fue un tipo extraño y peregrino, médico y poeta y Conde Palatino, pues fue ennoblecido en Praga por Rodolfo II, el gran protector de los alquimistas, un fabuloso mecenas más pródigo en dar títulos que dinero. Viajó por Alemania, Francia e Inglaterra y escribió varios libros, siempre en latín, la lengua de los sabios de toda Europa, algunos de nombre tan atractivo como su Arcana Arcanissima y su Symbola Mensae Aureae. Espíritu inquieto, Maier se adhirió a la secta de los Rosacruces, buscó una medicina universal, y no fue un alquimista vulgar, pues no ansiaba la receta para el oro, sino el saber de los misterios ocultos del cosmos. Fue más bien un filósofo un tanto hermético que vio en las artes de la química un método poético para alcanzar los secretos de la naturaleza. En la portada de su Atalanta Fugiens se explica el título: "Atalanta en fuga, es decir, nuevos emblemas químicos de los secretos de la naturaleza, acomodados en parte a los ojos y al intelecto, con figuras grabadas en cobre y sentencias, epigramas y notas, y en parte a los oídos y al recreo del ánimo, con unas cincuenta fugas musicales a tres voces...". Los emblemas constan siempre de una frase titular o lema, una ilustración cargada de simbolismo y un epigrama y, a veces, de un comentario exegético. Son alegorías de trasfondo mitológico y mensaje ético, y, en este caso, alquímico. (Véase Emblemas. Lecturas de la imagen simbólica, de F. Rodríguez de la Flor, Alianza, 1995).
Sobre la alusión inicial al mito griego escribió Maier en su 'Prefacio al lector': "Añadiré unas palabras para explicar el título de estos emblemas, a fin de que no te parezca extraño y poco apropiado. Atalanta ha sido celebrada por los poetas por la rapidez que le permitía estar por delante de todos sus pretendientes en la carrera. Así, en lugar de la virgen, recompensa prometida al triunfador, los vencidos encontraban la muerte, hasta el día en que Hipómenes, joven de gran audacia y previsión, la venció y la consiguió arrojando en su carrera tres manzanas de oro una tras otra. Mientras Atalanta las recogía, fue superada por Hipómenes cuando ella iba a alcanzar su objetivo... Esta misma virgen es puramente química; es el mercurio filosófico fijado y retenido en su huida por el azufre de oro. Si alguien sabe detenerlo, poseerá a la esposa que busca; si no, encontrará la pérdida de sus bienes y la muerte... Como todas estas cosas son en realidad alegóricas y emblemáticas, y de ningún modo históricas, he querido consagrar este tratado emblemático en conmemoración intelectual de esta heroína, dado que las manzanas arrojadas ante ella provenían de los jardines de Hesperia y habían sido entregadas a Hipómenes por Venus, diosa de la delicadeza".
La fuga de Atalanta se había traducido al castellano hace unos años (en una cuidada edición: Madrid, Tuero, 1989), con una elegante y fiel versión de los epigramas de Pilar Pedraza y una sabia introducción y comentarios eruditos a los temas de su iconografía por Santiago Sebastián. Como experto en Historia del Arte renacentista, Sebastián sustituyó los discursos, en los que Maier glosaba el sentido alquímico de cada emblema, por sus comentarios sobre la procedencia de temas e imágenes. Ahora, en cambio, podemos leer el texto original completo y escuchar el acompañamiento musical en una interpretación muy atractiva. El lector tiene ante sí el reto de una lectura sugerente y fantasiosa y una invitación a pasear por un laberinto de estampas simbólicas y de bella estética renacentista, con extrañas vistas a una sabiduría alquímica muy de otros tiempos. -
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