¿A quién teme Stephen King?

Hay muchas pistas, dispersas pero insistentes, para averiguar qué es lo que le da miedo a Stephen King, uno de los más fértiles creadores de pesadillas de nuestra contemporánea cultura popular. Es más: la clave para obtener la respuesta está en esa paroxística producción que levanta sospechas acerca de presuntas legiones de negros literarios a la sombra de un nombre-franquicia. Para King, la página en blanco es el abismo que te devuelve la mirada, aunque, una vez neutralizado su peligro, la amenaza puede perpetuarse como público vampírico, casi sádico en su exigencia.

No es arbitrario que 1408, el relato que inspira esta notable película del sueco Mikael Håfström, naciese en las páginas de Mientras escribo, el unplugged particular de King, donde el escritor desvelaba algunos de los secretos de su cocina literaria y se sometía al impúdico ejercicio de confesar crisis, debilidades y adicciones.

En 1408, John Cusack encarna a uno de los álter ego de King: Mike Enslin, un escéptico escritor de guías de lugares hechizados, que carga con el equipaje de la culpa y se enfrenta a un horizonte de expectativas donde la autodestrucción y la redención comparten posibilidades. La habitación 1408 -sumen números y obtendrán un 13- del hotel Dolphin será el espacio de la caída del abismo de Enslin, viaje interior que Håfström plasma como fusión entre un polimórfico pasaje del terror y una montaña rusa mental.

Casi en una versión de cámara de El resplandor para solista alucinado, 1408 acaba erigiéndose en pirotécnico festival de golpes de efecto desarrollado alrededor de un one-man show interpretativo regido por el exceso. Los tiempos en que el cine de género abusó hasta la extenuación del nombre de King parecen haber quedado atrás: ahora, Håfström parece reivindicarlo casi como garantía de clasicismo.

Tráiler ' 14 08 '