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Columna
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Cinismo

Nunca incluí en mi lista de éxitos de la evolución de las especies al atún en lata. Pero ahora debo rectificar. Conservas Calvo se encuentra entre las empresas que -con docilidad, olvidado el pasado y el presente del sátrapa libio- se ponen a la cola para que les reciba el coronel Gaddafi, junto con Repsol, Abengoa y unas cuantas más. Personalmente me siento una fanática -colectivamente ya no lo soy de causa alguna: por si quedan dudas- del atún de dicha marca envasado al agua clarita, porque no engorda y está muy rico. Pero ahora, habida cuenta de que Gaddafi fue acusado por Occidente, en sus momentos, de cometer o apoyar atentados terroristas (una discoteca berlinesa repleta de soldados norteamericanos, a cuyas víctimas Trípoli acabó por indemnizar, la voladura de aviones y variadas ayudas a grupos armados), ahora me pregunto, decía, si debo continuar consumiendo tan preciado alimento, con o sin pimientos morrones.

Sí debo, y les explicaré por qué. Sabemos cómo es su régimen pero el hombre saca la chequera y a Sarkozy le tiemblan las alzas de los zapatos. Aquí le dejaremos plantar su jaima beduina en los mismos jardines (una especie de justicia poética) del palacio de El Pardo do el Ísimo ensayaba la frase en spanglish pre-aznárico que le soltaría al presidente Eisenhower. Occidente dio la bendición a Franco porque detenía el comunismo y Occidente considera hoy a Gaddafi un redimido porque tiene petróleo y otras cosichuelas.

Pintoresco y cercano. Si Gaddafi no existiera deberíamos inventarlo. Con su chulería y sus posturas nos demuestra lo que somos capaces de hacer por los llamados intereses empresariales. Lo que hacemos con China, aunque aquello queda más lejos. La política del pragmatismo.

¿Derechos humanos? Un lujo que sólo podemos permitirnos exigir a quien no tiene otra mercancía que ofrecernos.

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