Remesas y desarrollo
El dinero que envían los inmigrantes supera la ayuda al desarrollo; pero los costes son elevados
En ausencia de acuerdos internacionales sobre apertura comercial de los que depende decisivamente el desarrollo de los países pobres, hay medidas más modestas que pueden contribuir a ese fin. Abaratar el coste del envío de remesas de los inmigrantes podría ser una de ellas. En España, los gastos suponen en promedio cerca del 6% de la cantidad enviada. Sorprendentemente, Rumania, país europeo, es uno de los destinos más caros.
Ese coste es achacable a la escasa competencia en un sector en el que las remeseras canalizan el 80% de los flujos y en el que sólo han entrado en España cuatro bancos y cajas. No siempre resulta fácil para un inmigrante abrir una cuenta corriente; y en algunas provincias, en las que la competencia es menor, aplican tarifas aún más elevadas. En los países de destino, el populismo izquierdista ha llevado al boliviano Evo Morales a gravar con un 1% las remesas, instaurando, en la práctica, un impuesto sobre la emigración. En la liberal Colombia el gravamen es algo menor.
Las remesas se han convertido en uno de los principales flujos financieros. España es un actor de peso y se sitúa incluso a la cabeza de Europa en el envío de remesas fuera de la UE, según un informe de la Comisión Europea de 2006. Otros estudios matizan algo esta evaluación.
Aunque no sustituirán nunca a los acuerdos de apertura de los mercados europeos para los productos de esos países, las remesas de sus emigrantes son un factor de equilibrio para sus balanzas de pagos y un instrumento de desarrollo. Las procedentes de España representan el 8,5% del PIB de Bolivia y el 3,6% del de Ecuador, por ejemplo. Esos ingresos superan con creces la cantidad que reciben por la vía de la cooperación al desarrollo.
Por la fuerte presencia de inmigrantes latinoamericanos entre nosotros, y de inversores españoles allí, España debería aspirar a encabezar la reflexión entre emisores y destinatarios de remesas sobre cómo convertirlas en un instrumento más eficaz de desarrollo. Los anuncios de Zapatero en la cumbre de la ONU de 2005 no han tenido una traducción práctica. Ni siquiera se ha cumplido la exigencia del Congreso al Gobierno para que elabore un mapa de las remesas que sirva de punto de partida para futuras actuaciones; aún es tiempo de hacerlo.
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