_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Rolls Royce

Jesús Gil no era la persona a la que uno le hubiera comprado un coche de segunda mano. Seguramente por ello, el Ayuntamiento de Marbella ha tenido que rebajar, por tercera vez, el precio de salida a subasta del Rolls Royce que el que fuera alcalde de la localidad compró con el argumento tan zafio como impresentable: "Lo que no puede ser es que el alcalde de Marbella vaya en un coche mugroso, y yo hasta ahora he tenido que poner el mío".

El coche de Gil no tiene quién lo adquiera. Sale de nuevo a subasta, pero sigue sin haber ofertas. Y eso que los expertos dicen que se trata de una ganga. Por poco más de 36.000 euros uno se puede llevar un símbolo motorizado, el de la veloz corrupción municipal en España. El coche donde Gil sentó sus posaderas.

El coche costó en su día lo que costaban las cosas en Marbella: una línea en el plan general que nunca existió. El vehículo fue parte del pago de un convenio urbanístico. De la misma forma que se obtenían locales, pisos y bolsas de billetes de 500 euros, Gil se paseó en este flamante vehículo tras dibujar dos garabatos en una servilleta y realizar una llamada de teléfono a Roca, que era el encargado de trasladar a la Gerencia de Urbanismo lo que el jefe pintarrajeaba en un papel.

Los Rolls Royce les fascinan a muchos ricos y a todos los horteras, aunque entre los millonarios del cemento están más de moda los todo-terrenos de lujo. Quizá por ahí ande el problema de la falta de comprador. El Rolls es un coche ostentóreo, esa palabra que inventó el propio Gil mezclando ostentoso y estentóreo. Y los horteras, con el detraimiento del sector de la construcción, se están volviendo más discretos, menos ostentóreos.

No estoy seguro de que ese coche se deba vender. La imagen de Gil junto al vehículo es el símbolo de una época. Tan familiar para la vista como la imagen de su impresionante barriga al descubierto en una de las ventanas de la Audiencia Provincial de Málaga. El ex alcalde, a la espera de juicio, con la camisa desabrochada y un abanico refrescando parte de su cuerpo desnudo, por fortuna sólo de cintura para arriba. Vázquez Montalbán escribió una vez que esa foto de Gil debía tener un lugar de honor en los desplegables que Interviú dedica cada cierto tiempo a las mejores carnes de la época del despelote.

El coche de Gil se debería destinar a un museo de los horrores municipales si al tercer intento de subastarlo no va la vencida. Con los cuadros de Miró al lado del váter, en la primera pinacoteca instalada en un cuarto de baño. Con las cabezas de los tigres y los rinocerontes embalsamados flanqueando la entrada del edificio. Y con un rolex incautado en la muñeca de cada empleado del museo. Un edificio donde albergar todo lo recuperado tras el expolio y, con un centro de estudios para investigar dónde está lo que falta.

Por ejemplo, no se sabe dónde están los planos de la Tenencia de Alcaldía de Puerto Banús, un edificio no inscrito en el Registro de la Propiedad, o las instalaciones de la radio y la televisión local, que han pasado por varios propietarios a través de convenios aunque pertenezcan al municipio. Tampoco se han encontrado todavía los recibos de una academia de idiomas de titularidad municipal que no ha pagado alquiler en siete años. En resumen, una muestra de los más de 200 expedientes tramitados por la nueva corporación para recuperar bienes municipales que no están registrados o que se encuentran en manos de particulares sin contrato de cesión alguno. El Rolls Royce, al menos, fue encontrado. ¿Es que ya no queda un sólo hortera en España con posibles que lo compre? Si en Internet, no hace mucho, se han llegado a pagar 11 millones de euros por el coche de la pantera rosa, ¿no va a tener más salsa rosa el coche de Gil que el vehículo de un dibujo animado? Dónde va a parar...

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_