_
_
_
_
_
Reportaje:

Brújulas para otros mundos

No hay duda: a los adultolescentes, esos jóvenes de edad o espíritu criados bajo el influjo de Internet, los videojuegos y los dibujos animados, les gusta el fantasy. Iniciados con Hogwarts y la Tierra Media en la aventura de rastrear mundos imaginarios, se han rendido al hechizo de un género, el fantástico embozado en juvenil, que hasta ayer mismo gozaba del goloso prejuicio de la inmadurez. Retroalimentados por una industria que esta semana ha vuelto a la carga con el estreno de La brújula dorada, la película basada en la obra de Philip Pullman Luces del norte, los lectores de la generación Potter se han vuelto además exigentes y ya no aceptan dragonadas. Por suerte, el fantasy permite hoy en su riqueza hallar no pocos títulos innovadores. Siete de ellos, por elegir un número mágico, marcan los puntos cardinales de un universo que reclama nuevas formas de orientación.

La magia es saber

Ambientada en Oxford, la cuna de J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis, y tan británica en su raíz como el Potter de J. K. Rowling, la trilogía de Pullman La materia oscura, no en vano titulada a partir de un verso de John Milton, reinventa El paraíso perdido mediante una idea central: la ciencia es magia explicable. De la física a la metafísica, y de la huella de Albert Einstein a la sombra del I Ching, las peripecias de Lyra y su daimonion Panta en un mundo donde el saber duele en el alma son un prodigio de imaginación trascendente que Nicole Kidman y Daniel Craig, bajo los auspicios de New Line, tratarán ahora de unir al embrujo adaptador que propició Peter Jackson con El Señor de los Anillos. Oráculo y simbólica manzana para pecar originalmente, el aletiómetro de Lyra, mucho más que una brújula, ilumina los méritos de Pullman: su tradición científica y literaria; su plasmación de cómo la heterodoxia fomenta la creatividad, y la certeza, en su obra empírica, de que la fantasía es una forma de conocimiento.

La familia bajo tierra

Apuntalado por el Verne de Viaje al centro de la Tierra, y por las entradas y salidas de los grandes del género -el Carroll de Alicia y el C. S. Lewis de Narnia- el hallazgo de Barry Cunningham, el editor que descubrió Harry Potter, es una atractiva novela de aventuras bajo tierra cuya paradójica falta de profundidad la aleja de los grandes. Pese a ello, y a los paralelismos de sus criaturas subterráneas, los styx, con los Oscuros creados por Alex Proyas en la película Dark City, Túneles extrae petróleo de las actuales tendencias. Junto a su flirteo con el terror, en un remedo del dark fantasy que reinventa la batalla entre el Bien y el Mal, y junto a su carácter urbano, a rebufo del Paul Éluard de "hay otros mundos pero están en éste", la principal proviene de su incómoda reflexión sobre la familia. Sin ser subversivo, el del niño albino Will al saber que sus padres poseen raíces inesperadamente hondas.

Futuro real

El Guardián del Tiempo retoma la tradición del viaje temporal para construir una aventura literaria, menos cercana a la espectacularidad del cine que al homenaje textual a lo Cornelia Funke (cuyo final de la trilogía Corazón de tinta publicará Siruela). Irónica y llena de cameos históricos, la obra de Winterson es la última carta de una colección, Serie Infinita, con tiradas de 15.000 ejemplares. Mientras el tiempo confirme el porvenir del género, autores y editores propondrán nuevos mundos. Teresa Petit, de Montena, señala uno: el cosmos oculto, que Hawking y su hija han reinventado en La clave secreta del universo.

Hechizos animados

Un fuego parlante, un espantapájaros saltarín, un mago que pilla catarros, una niña anciana y un renqueante castillo son algunas de las sorpresas que Diana Wynne Jone, transgresora alumna de J. R. R. Tolkien aún demasiado ignorada en España, oculta en esta descacharrante novela llevada al cine en 2001 por el director japonés Hayao Miyazaki, ganador del oscar con El viaje de Chihiro. Recién publicada por Berenice, El castillo ambulante reformula la tradición infantil más subversiva, la de Roald Dahl en Matilda o la de libros clásicos como Peter Pan, de J. M. Barrie, y El Mago de Oz, de L. Frank Baum, que en Tusquets persiguen también con la recuperación de Una serie de catastróficas desdichas, de Lemony Snickett. Maestros de una fantasía de cruel realismo, son los autores como él o Wynne Jones quienes mejor revolucionan hoy el género por su base.

Puro amor propio

Representante por excelencia de la cantera autóctona, la prolífica Laura Gallego (Valencia, 1977), capaz de vender más de 350.000 ejemplares de la trilogía de Memorias de Idhún, encabeza la creciente lista de españoles que, como Maite Carranza, Rafael Ábalos, Andrés Ibáñez, Javier Negrete, Artur Balder o el quinceañero Alejandro Santaella, compiten al fin con la fantasía anglosajona. Artífice del acercamiento al género del público femenino, Laura Gallego vertebra sus relatos mediante historias de amor, algo que encuentra "natural" ya que "la sentimental es una dimensión por la que los jóvenes sienten especial interés". Convencida de que el éxito del fantasy obedece a un cambio generacional que ha arrinconado el "prejuicio realista" de la narrativa española por "haber digerido mal a Cervantes", Gallego acaba de publicar La Emperatriz de los Etéreos, una vuelta de tuerca a la leyenda sobre la búsqueda de la pureza, aquí a partir de un viaje, un rescate y un enamoramiento capaces de fundir el fabuloso mundo de hielo que habitan Bipa y Aer.

El elixir del cuento

Descubridora de Pullman, Blanca Rosa Roca se marcó uno de sus éxitos como editora con el fantasy Eragon -el pastiche tolkieniano de C. Paolini y cuya tercera parte, Empire, llegará en 2008- que le ha llevado a apostar por el género. Junto a obras como El alquimista de M. Scott, y previsiones como El vuelo del dragón de A. McCaffrey, una de sus apuestas es el mítico Neil Gaiman, cuyo clásico Stardust ilustra bien las posibilidades que ofrece la nueva visita de los cuentos de hadas y la mitología en manos del rey del sueño.

Mini ecologistas

Una de las corrientes del fantasy presenta tramas, escenarios y personajes de tintes ecologistas. Libros como el preciosista Tobi Lolnessprueban que el genio y la creatividad no riñen con el medioambiente. Su aventura sobre un niño de milímetro y medio perseguido por el microuniverso de un árbol, alcanza cotas de fantasía que entronca con las copas del fantasy: los ents de Tolkien y Perelín, la selva de La historia interminable.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_