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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Carlos 'Patato' Valdés, percusionista cubano

Fue uno de los motores del 'latin jazz', modernizó la conga y potenció el papel de los congueros

Diego A. Manrique

Carlos Valdés, conocido universalmente como Patato, falleció el 4 de diciembre en Cleveland. El percusionista, de 81 años y gran fumador, sufría problemas respiratorios y el 18 de noviembre, cuando volaba desde San Francisco a Nueva York, se sintió mal; el avión debió aterrizar en Ohio para internarle de urgencia en un hospital.

Patato Valdés era inolvidable. Nervioso y diminuto, hablaba con un impenetrable acento cubano; vestía elegante, escondiendo los collares y pulseras de Changó y otros "orishas". Parecía una caricatura viviente, pero cuando golpeaba las percusiones se convertía en una criatura divina: tenía potencia, espectacularidad, sentido de la melodía. Esas habilidades le convirtieron en embajador de los ritmos afrocubanos en el mundo del jazz, aunque también pasará a la historia por sus extraordinarias grabaciones rumberas.

Carlos Valdés había nacido el 4 de noviembre de 1926, en el barrio habanero de Los Sitios, en una familia muy santera y muy musical: su padre fue tresero de Los Apaches, el germen portuario de dos ilustres agrupaciones soneras: el Sexteto Habanero y el Sexteto Nacional. Aprendió a tocar el tres y la botijuela antes de inclinarse por la percusión, primero en los cajones y finalmente en las congas.

Formado en reuniones de rumberos y en comparsas de carnaval, Valdés se profesionalizó a principios de los años cuarenta, tras probar suerte como boxeador y bailarín. Tocó con el Conjunto Kubavana, la Sonora Matancera o el Conjunto Casino. Acumuló apodos: Zumbito (por sus actuaciones en el Zombie Club), Pingüino (por un baile que hacía en televisión) y Patato (por su pequeño tamaño).

En aquellos tiempos, dedicarse a la música en Cuba garantizaba penurias. Además, Patato quería experimentar y eso no era posible tocando para bailar o ante turistas. En 1954, emigró a Nueva York, como sus amigos del cuero: Cándido Camero, Armando Peraza, Mongo Santamaría y el pionero Chano Pozo (asesinado allí en 1948). Inmediatamente entró a trabajar con Tito Puente. Su primera grabación en Estados Unidos fue el álbum Afro-cuban, del trompetista Kenny Dorham, que se abría con el intoxicante Afrodisia (recuperado por el pinchadiscos José A. Castillo, con ocasión de una visita de Patato a España a comienzos de siglo, el tema terminaría bautizando aquí sesiones de DJ y locales nocturnos).

Eran buenos tiempos para la música tropical. En 1956, Patato apareció en la película Y Dios creó a la mujer, enseñando los bailes de su tierra a Brigitte Bardot. Un gran momento, aunque un implacable Guillermo Cabrera Infante criticó los movimientos de la actriz: "parece suicidarse bailando un cruce de mambo y chachachá realmente tóxico".

Músico flexible, Valdés sonaba tan cómodo tocando con la big band de Machito como con el grupo de Herbie Mann. Sin embargo, se sentía en deuda con la "rumba de solar" y en 1968 grabó un disco revolucionario con su amigo Eugenio Arango, alias Totico. El exuberante Patato & Totico tenía genuino sabor habanero, pero enriquecía la instrumentación básica de percusión con el contrabajo de Cachao y el tres de Arsenio Rodríguez.

Patato amplió las posibilidades creativas de los percusionistas, al tocar con tres o más congas. También facilitó su vida al desarrollar una conga afinable: harto del método tradicional (calentar el cuero sobre fuego), instaló un aro metálico y unas llaves para tensar. La empresa LP fabricó en serie su modelo, que se convertiría en el estándar de los congueros. Para promocionarlo, se formó el Latin Percusión Jazz Ensemble, que terminaría siendo absorbido por Tito Puente.

Aunque en los setenta tocó ocasionalmente con salseros, Patato prefería la libertad del territorio del latin jazz. Colaboró largo tiempo con el pianista argentino Jorge Dalto y con Alfredo Rodríguez, cubano afincado en París. El sello alemán Messidor financiaría felices reuniones con Mario Bauzá o Bebo Valdés, con el que luego grabaría el famoso El arte del sabor.

Ya reconocido como leyenda, Patato se hizo más visible en los últimos 25 años: tuvo su propia banda, Afrojazzia, aunque resultó más popular la formación The Conga Kings, con Cándido y Giovanni Hidalgo. Incluso llegó a colarse en las modernas pistas de bailes, con una remezcla de San Francisco tiene su propio son. Precisamente, volvía el 18 de noviembre de tocar en California con los Conga Kings cuando comenzó a fallarle la respiración. Según sus familiares, resistió hasta el 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, equivalente en el santoral afrocubano a Changó, cuando se quitó los cables y tubos que le mantenían con vida.

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