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Reportaje:VIVIR EN LA BANLIEUE

Arden los guetos

La escasez de empleos y de equipamientos para el ocio lleva a los jóvenes de los suburbios de París a la exclusión y la violencia.

P ara nosotros no hay futuro. No contamos para nada". Desde las revueltas de 2005, la desesperanza sigue siendo la misma entre grupos de jóvenes en determinados municipios de la periferia de París, de esa banlieue que en la cultura ciudadana francesa quiere decir lo que está más allá, los suburbios de las ciudades.

No sólo viven familias de inmigrantes en esas zonas, pero su presencia es muy fuerte. Los padres o los abuelos llegaron a Francia en los años sesenta y setenta, cuando la construcción de 600.000 viviendas anuales y la industria del país requerían de mucha mano de obra. Trajeron a sus familias cuando pudieron o formaron otras nuevas; hasta que las crisis de la construcción y de la industria hicieron innecesarios tantos brazos. Allí permanecen, confinados en barrios donde el paro alcanza hasta al 30%, el triple de la media nacional. Con sus hijos o nietos escolarizados, sí, pero claros candidatos al fracaso escolar y sometidos a discriminaciones a la hora de acceder a los empleos disponibles. Porque entre François y Mohamed, el francés de cepa opta casi siempre por François.

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Alojados en barrios construidos por instituciones públicas, que subvencionan el alquiler de las casas, las poblaciones de los barrios sensibles pueden subsistir, pero no romper el destino incierto de la joven generación. Viven en barrios de estructura laberíntica, a menudo rodeados de zonas verdes, que contribuyen a dar un aspecto apacible a zonas cargadas de tensión, con pocos equipamientos culturales y deportivos, en los que grupos de jóvenes matan el tiempo en la calle. La policía atribuye al trapicheo de drogas y otros objetos la exhibición de motos, aparatos electrónicos de tecnología avanzada o ropa de marca en chicos de barrios degradados. Odian a la policía, a Nicolas Sarkozy -el hombre fuerte de Francia, que hace dos años les trató de "escoria"-; queman los coches de los vecinos, alguna escuela, de vez en cuando una tienda. El año pasado se contabilizaron 40.000 coches incendiados en Francia, tres veces más que hace diez años.

Los disturbios de esta semana en Villiers-le-Bel no han sido más que otro chispazo en el proceso de degradación. Con una diferencia: en el pasado, las bandas dedicadas al culto del fuego sólo destrozaban bienes materiales; ahora se producen también ataques a personas con cócteles molotov e incluso con armas de fuego. "Cierto número de jóvenes, extremadamente minoritario, ha basculado hacia el odio y la violencia física", admite François Pupponi, alcalde socialista de Sarcelles, municipio limítrofe con el de las violencias de la semana pasada, ambos próximos al aeropuerto Charles de Gaulle. En todo caso, las revueltas arrabaleras son anónimas y apolíticas, sin objetivo claro; nada que ver con movimientos al estilo de Mayo del 68.

Los últimos incidentes han afectado al distrito electoral de Dominique Strauss-Kahn, el nuevo director general del Fondo Monetario Internacional (FMI). Precisamente están convocadas las elecciones para sustituirle como diputado del Parlamento francés, pero ¿quién puede ocuparse de una campaña electoral, cuando la prioridad es restablecer la calma?

La política no consigue poner fin a la crisis social, pese a la ambición de los planes diseñados para conseguirlo. Existe un macroproyecto estatal para invertir 42.000 millones de euros en 750 barrios sensibles de Francia, y que implica la demolición de 250.000 viviendas degradadas. Sin embargo, la ejecución de tan vasto plan es muy lenta, y los guetos viven pendientes del despliegue de la policía antidisturbios. "Estamos en la violencia anárquica, conducida por una minoría que lanza el oprobio sobre la mayoría", ha argumentado Fadela Amara, ex presidenta de Ni Putas Ni Sumisas, la asociación que condujo una fuerte campaña contra la violencia machista en esos mismos barrios sensibles, elevada ahora al rango de miembro del Gobierno de Sarkozy.

Al presidente de SOS-Racismo, Dominique Sopo, le parece grave haber suprimido la "policía de proximidad" desde que la izquierda perdió el poder. Porque eso ha significado "la desaparición de policías reconocidos y respetados en tal o tal barrio, pero igualmente ha implicado el abandono por el Estado de territorios urbanos cuyas poblaciones han sido reducidas al papel de malvados en una obra de teatro político representada con una bella regularidad en el telediario de las ocho de la tarde y titulada 'Francia tiene miedo", ha escrito en el diario Le Monde. A la tolerancia cero, el gran lema de la derecha en el poder, le sucede el balance cero, contraargumenta el líder de SOS Racismo.

Un hecho indiscutible: tanto los dos muchachos que se mataron esta semana, cuando su moto chocó contra un coche patrulla, como los que murieron electrocutados hace dos años -huyendo de una persecución policial- eran de familias llegadas desde muy lejos: Marruecos, Turquía, Senegal. Pero todos murieron a poco más de una veintena de kilómetros unos de otros. Y todos en la periferia de París, la capital del lujo y de la racionalidad.

La blogosfera alimenta la tristeza por los adolescentes muertos y adoba la cólera que sienten sus colegas. Moshin, uno de los chicos fallecidos en el choque contra un coche policial, había creado un blog en el que se hacía llamar "chamo6". Al abrir la página aparece una foto de Moshin detrás de una nube de humo, acompañada de aforismos como éste: "Os reís de mí porque soy diferente, pero yo me río de vosotros porque sois todos parecidos". -

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