85 muertos en Pakistán en víspera de la llegada de Sharif
El ex primer ministro participará en las elecciones
Pese al estado de excepción, la violencia no cesa en Pakistán. A primera hora de la mañana de ayer dos atentados suicidas, uno contra un autobús del Ministerio de Defensa y el otro en un control del Cuartel General de Rawalpindi, ciudad vecina a la capital, causaron al menos 35 muertos. Horas después, en las zonas tribales fronterizas con Afganistán un nuevo enfrentamiento entre suníes y chiíes acababa con la vida de medio centenar de personas.
El primer suicida empotró su coche contra un autobús lleno de agentes del Servicio Interior de Inteligencia (ISI), que se dirigían a su trabajo en el Cuartel General de Rawalpindi. Una quincena de agentes murió instantáneamente y otros tantos mientras eran trasladados a los hospitales. El segundo suicida hizo estallar su coche cuando le dieron el alto en un control anterior a la entrada. Uno de los dos soldados del puesto murió y el otro resultó herido.
Los choques entre suníes y chiíes -el 20% de los 165 millones de habitantes de Pakistán- comenzaron hace una semana en la ciudad fronteriza de Parachinar, de mayoría chií. Entonces hubo más de un centenar de muertos. Los intentos de vengarles se desataron en la noche del viernes y prosiguieron ayer.
La inestable situación política no ayuda a frenar la violencia, aunque el anuncio de la llegada hoy del líder de la Liga Musulmana de Pakistán-N (PML-N), Nawaz Sharif, ha dado un vuelco al panorama electoral. El ex primer ministro llega del exilio justo a tiempo de presentar su documentación para convertirse en candidato a las elecciones generales del 8 de enero.
El general Pervez Musharraf, mientras tanto, prosigue en su intento de dar normalidad democrática a su reelección como presidente. La Comisión Electoral, que desde hace meses se encarga de preparar el fraude de las elecciones de enero -la delegación de observadores de la Unión Europea que debía asistir a éstas rechazó tomar parte en la farsa- comunicó al Gobierno la victoria de Musharraf en las presidenciales de octubre.
Tanto Sharif, como la líder del Partido Popular de Pakistán (PPP), Benazir Bhutto, han declarado su disposición a boicotear los comicios si se celebran bajo el estado de emergencia.
Los expertos señalan que "todo apunta" a que Musharraf, una vez logrado su objetivo de hacerse con un segundo mandato de cinco años, va a levantarlo para frenar la presión interior y exterior. En lo que no está dispuesto a dar marcha atrás es en la destitución del presidente del Tribunal Supremo, Iftijar Chaudry, y de otros seis jueces, ya que a los magistrados que colocó en sus puestos les debe la reelección como presidente.
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