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Reportaje:

Forestales en el gueto

Los agentes que patrullan la Cañada Real califican su labor como "un paripé"

Álvaro Corcuera

En la zona más degradada de la Cañada Real se hacen un par de cosas. Una, ir a descargar camiones al vertedero de Valdemingómez y a la incineradora. Dos, comprar droga. Desde la semana pasada también se puede ir de "excursión para hacer el paripé" por la carretera del vertedero municipal, como aseguran los agentes forestales de la Comunidad de Madrid, que se pasean en turnos de mañana y tarde. Lo hacen "con carácter diario hasta que se dicten nuevas instrucciones", según una orden interna de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio. ¿Con qué objetivo? "Para salir en la foto", critica uno de los agentes. Son 15 personas en total "para pasearse".

Se inicia el viaje a las tres de la tarde. Ocho vehículos se adentran en la parte más infernal de la Cañada, allí donde se entremezclan las contradicciones y la miseria. La mitad del recorrido está sin asfaltar y lleno de baches. Cuesta aguantar el hedor. Todo es insalubre. Montañas de basura y polvo. Es el Tercer Mundo madrileño. Hay que ir despacio para no destrozar el coche. Y para no atropellar gallinas o perros famélicos. O peor, a niños que corretean, algunos vestidos con pijama a las cuatro de la tarde. Uno de ellos lanza una piedra a los forestales.

Cuando el camino empieza a estar asfaltado, llega, sin embargo, lo más triste. Hay drogadictos de todo tipo. Están los más pobres, los que llegan al súper de la droga caminando por los arcenes de las autovías. Pero también los que acceden en coches de lujo. Cuatro amigos se chutan dentro de su BMW. Uno de ellos vomita por la ventanilla. A los 10 minutos, el coche, con sus ocupantes colocados, enfila la carretera de Valencia, la A-3. A los lados de la carretera hay viviendas donde se vende la droga. En la puerta, por las noches, bidones en llamas anuncian dónde se está trapicheando. En los garajes, cochazos de miles y miles de euros. En los arcenes, vehículos en batería. Sus propietarios, adictos a la cocaína y la heroína, se meten su dosis sin vergüenza a ser vistos.

"Mira, mira, la octava potencia económica mundial", dice un agente forestal tras completar la primera mitad del recorrido. En un arcén, la quincena de agentes opina anónimamente sobre su labor en la Cañada. "Es lo más estúpido que hemos hecho en la vida", dicen. Tienen la sensación de ser utilizados políticamente. Se trata, dicen, de "pasearse". El viaje no es inseguro porque van en grupo y porque se limitan a estar presentes. A pesar de ello, la orden de la consejería especificaba: "Primará la seguridad y la integridad de los agentes forestales, por lo que se ruega que extremen las precauciones necesarias".

Parte del trabajo de los forestales se centra en cuidar las vías pecuarias. En la Cañada, por tanto, su trabajo sería controlar las construcciones levantadas ilegalmente. Pero el problema, dicen, es que la Cañada "está descontrolada". Uno de ellos dice: "Aquí viven miles de personas. Ya es sólo una cuestión política".

Los agentes sienten que tienen cosas más importantes que hacer. "Nos han enviado a hacer este teatro a un tercio de los que estamos de servicio hoy", explica uno de ellos. "Estamos descuidando nuestras zonas. Un cazador furtivo podría hacer lo que le dé la gana", afirma un agente. "En Cataluña, los forestales se llaman agentes rurales. Yo entiendo mi trabajo como tal. Esto", dice señalando a su alrededor, "ya no es un espacio rural. Esto es el gueto de la urbe", añade.

El foco informativo está en la Cañada Real. Pero, según los agentes forestales, las construcciones ilegales están en muchos más sitios. "Hemos hecho cientos de denuncias. En Valdecorzas, en la Vega de Tajuña... Y ni caso". En el Tercer Mundo de Madrid, dicen los forestales, pintan poco.

Agentes forestales esperan, en el punto de encuentro, para comenzar su <i>paseo</i> por la Cañada.
Agentes forestales esperan, en el punto de encuentro, para comenzar su paseo por la Cañada.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Álvaro Corcuera
En EL PAÍS desde 2004. Hoy, jefe de sección de Deportes. Anteriormente en Última Hora, El País Semanal, Madrid y Cataluña. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull y Máster de Periodismo de la Escuela UAM / EL PAÍS, donde es profesor desde 2020. Dirigió 'The Resurrection Club', corto nominado al Premio Goya en 2017.

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