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Reportaje:PEDRO OLEA

El cineasta de género

El director Pedro Olea ha ido construyendo una filmografía que bebe de los nombres clásicos del cine norteamericano

Nació en la Ribera, frente a la iglesia de San Antón, muy cerca de donde su familia regentaba el restaurante Retolaza, todo un clásico de la cocina bilbaína del siglo XX. Sin embargo, Pedro Olea, (Bilbao, 1938) prefirió la cámara de cine a los fogones y, en cuanto pudo, dejó su ciudad natal para irse a estudiar a la Escuela de Cine de Madrid. Es de los que consideran que la verdadera patria es la infancia, aquella que transcurrió "entre el colegio de los Maristas de la Plaza Nueva y mi casa de la Ribera. Toda la vida la hacíamos en la calle, porque aunque aquel tiempo era sórdido y gris, los niños siempre teníamos tiempo para el juego", rememora.

Los principales entretenimientos, además de la calle, eran el cine y la radio. "Ya empezábamos entonces a hacer nuestros pinitos en el teatro. Hacíamos unas funciones en el portal número 10 de Tendería que nos reventaban a pedradas otros chavales de Cantarranas, que no se andaban con sutilezas".

Dejó Económicas para estudiar en la Escuela de Cine de Madrid
"Yo era raro. Defendía el buen cine viniera de donde viniera"

Entre aquellas funciones y las clases de piano de su madre -"Todavía toco de vez en cuando Los alegres campesinos de Schubert en los rodajes", comenta- Olea fue forjando un interés por la creación que terminó por definirse cuando comprobó que lo suyo no eran las Ciencias Económicas en las que se había matriculado. "La familia veía que no avanzaba en la carrera, que me gustaba más el cine, sobre todo después de que gané un premio en un festival de cine aficionado, pero el permiso definitivo llegó un día en que, después de beberme una botella de whisky que había en casa, les dije a mis padres esa frase tan cursi de 'prefiero barrer un plató que ser el mejor economista del mundo". Así que le dejaron presentarse a las pruebas de la Escuela de Cine."Nos presentamos más de cien y sólo pasamos tres. La Escuela de Cine era un lujo, porque tenía una matrícula muy barata, pero al mismo tiempo estaba dotada con los mejores medios", explica.

Ya entonces, mantenía un criterio muy personal sobre el celuloide, con una definida pasión por el cine de género. "Es cierto, yo era raro. En mis críticas en Nuestro cine, una revista de clara tendencia progre, yo defendía el buen cine, viniera de donde viniera. Mis compañeros me recriminaban: 'Has puesto bien una película de Blake Edwards'. Y yo respondía: 'Es que Desayuno con diamantes es cojonuda".

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En aquel tiempo sectario, estaba prohibido defender a algunos directores estadounidenses. "Entonces se decía: 'John Ford es un fascista'. Yo les replicaba que La diligencia es una obra maestra". Olea se muestra orgulloso de haber compartido un ciclo de cine con Elia Kazan, -"al que se le reprochaba su colaboracionismo"- en el Festival de El Cairo.

Su primer guión estuvo basado en un cuento de Ray Bradbury y el primer corto es una versión del relato Anabel Lee, de Edgard Allan Poe. Y su primer largometraje fue de terror: El bosque del lobo (1971). "Me veía toda la vida haciendo películas de ye-yés, musicales del momento, pero a mí no me gustaban. Quería abrirme, sin olvidar el cine de género, a otras cosas más interesantes. Fue cuando José Antonio Puerto, guionista y amigo, me propuso esta historia, para la que tuve que liar a toda mi familia, que no es que sean ricos, pero son muchos, y nació la productora Amboto". Luego llegarían Akelarre (1984), Bandera negra (1986), El día que nací yo (1991) o El maestro de esgrima (1992), sus personales aportaciones al cine histórico, negro, musical o de aventuras.

De Almodóvar a la Pantoja

Con Un hombre llamado Flor de Otoño (1978), Pedro Olea realiza una de sus principales aportaciones a un cine crítico, de denuncia, en la que se puede ver a un joven Pedro Almodóvar al que había conocido en una de las famosas reuniones que organizaba Fernando Colomo en los años setenta. "Era aquella época del canuto y el rojerío majo. Un día, Fernando nos dijo que iba a venir un tío a proyectarnos algunas cosas y aparece Almodóvar, con bigote. Y empieza a pasar tráileres de películas. Entre aquellas conversaciones tan serias, de hablar del ser y la existencia, aparece un tío que de repente pone ¿Quién teme a Virginia Woolf?, haciendo de Liz Taylor, poniendo la voz. Desternillante. Fue una autentica bocanada de aire fresco, un torbellino enloquecido", recuerda.

Olea estaba a punto de empezar Un hombre llamado Flor de otoño y Almodóvar le preguntó si podía trabajar con él y entró como segundo ayudante de dirección, además de interpretar un papel secundario. "El otro día me encontré con él. Ha adelgazado y se encuentra francamente bien, muy joven; parece que tiene diez años menos", apunta el director de El día que nací yo.

Precisamente, la segunda película de Isabel Pantoja supuso otro de sus retos. "Hasta el Egin me dedicó la portada de su suplemento en color y mandó enviados especiales al rodaje", comenta.

Olea estaba escribiendo el guión de El maestro de esgrima, cuando Víctor Manuel le propuso la continuación de Yo soy esa. "Esto sí que es un toro difícil de lidiar", pensé. Y es que todo el mundo quería hacer la segunda película de Isabel Pantoja. "A mí me puso el asunto, me animé y he de decir que estoy contento con aquella aventura".

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