Conservadores y sarna
La sarna es enfermedad contagiosa con vesículas y pústulas que provocan no poca picazón. Y a la sarna aludía Antonio Machado -sensato analista en su prosa social y política, además de poeta-, para indicar la necesidad social de un atinado conservadurismo. ¿Conservadores? ¿Por qué no? Siempre que cuanto se conserve no sea la sarna, vino poco más o menos a escribir hace más de un siglo. Y se preguntaba por el incierto destino de toda revolución si no existiesen los buenos conservadores.
De forma semejante se expresaba, en estas mismas páginas, Joan Francesc Mira, a quien tampoco le falta sensatez, indicando la necesidad de una derecha y un pensamiento de derechas, sin las cuales las ideas de la izquierda las arrastraría el viento como a las hojas secas en tiempo de Adviento.
Pero buenos conservadores o pensamiento o acción de una derecha sensata a la europea, aunque se distinga de forma puntual y atenta entre los valencianos, quedan, sin embargo, desdibujados por la picazón de la sarna. Porque sin salir de la aldea, y apunten ustedes vecinos: ¿Qué otra cosa que no sea molestia y desazón le produce a los contribuyentes que con sus impuestos, directos o indirectos, se paguen los 21.000 euros que pagó la Diputación de Castellón, gobernada por el provincianista Carlos Fabra, para cubrir el archivo de una denuncia de Fabra contra determinada información de la cadena SER, que resultó ser más verdad que la luz del mediodía?
¿Qué otra reacción que no sea el enojo ante vesículas y pústulas, se puede tener ante el nombramiento, como asesores por parte de la Diputación castellonense, de deudos y parientes de cargos y ex cargos del PP, cuyas nóminas pagamos los sufridos contribuyentes, y asesorías de las que desconocemos en qué ámbito se especializan, como se desconoce el trabajo y gestión que se paga? ¿Es, por casualidad, la decimonónica institución provincial una oficina de colocación o un refugio para estómagos agradecidos?
Y ¿a qué otro estado de ánimo que no sea el del desabrimiento o disgusto entre los contribuyentes, causados por la sarna, conducen proyectos en la capital de la Plana de Ciudades de las Lenguas en los que se llevan gastados miles de euros, y que incluyen -no especializados departamentos didácticos que faciliten las dificultades de los extranjeros para aprender el uso del subjuntivo en castellano o en valenciano, que de este último se olvidan además- salas de fiestas, pistas de jockey y piscinas? Demasiada picazón.
Una picazón que suaviza y mitiga proyectos conservadores de otro tipo. Por ejemplo, la iniciativa del Consell, gobernado por el PP, de crear un servicio de Asistencia Psicológica Externa, con profesionales seleccionados, e intervención rápida cuando aparezcan problemas de convivencia escolar. Una adecuada política de Font de Mora para conservar lo que nunca se debió perder: la disciplina y la convivencia en los centros docentes. Y con el mismo tiento y tino y carácter abierto, presentó el responsable de Educación ese proyecto de decreto de derechos y deberes de una Comunidad Escolar, cargado de sentido común y que responde en términos generales a cuanto ha sido la vida en las escuelas. Conservar sin sarna, lo mismo que se ha de conservar el paisaje sin que ello entorpezca el desarrollo económico.
Pero los cartagineses de la izquierda, que apelan a la doctrina más que al sentido común, ya han tachado el proyecto de Font de Mora de autoritario y Dios sabe cuántas cosas más. Si a lo peor creen que la disciplina equivale a su misión acrítica, cabría recordarles algo de lo escrito últimamente por Fernando Savater: "¿Debe ser la educación conservadora? ¡Naturalmente! Toda educación empieza por una reflexión sobre lo que merece ser conservado y transmitido de nuestra cultura. Los maestros deben ser conservadores por rectitud de conciencia para que algunos alumnos puedan mañana ser revolucionarios con conocimiento de causa. Y los padres no pueden desentenderse de los hábitos de trabajo y comportamiento de sus vástagos".
Excusen la extensión de la cita, pero hay que distinguir entre las buenas políticas conservadoras y la machadiana sarna.
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