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Columna
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El PP, en busca de autor

A Aznar, tan empeñado en buscar un autor, hay que recomendarle que vaya a la sala Guindalera

¿Quién es el madrileño que más gloria ha dado a Madrid? ¿San Isidro Labrador, patrono de la Villa y Corte, a quien los ángeles le araban los campos? ¿Quevedo, autor de versos prodigiosos, aunque también de Execración de los judíos, un libro no inferior en criminalidad ideológica a Mi lucha, de Hitler? ¿El maravilloso helenista Luis Gil, que acaba de recibir el Premio Nacional de Historia por su libro El imperio luso-español y la Persia safávida (1582-1605)? Grandes son los madrileños mencionados, pero hay un poeta parido por esta tierra a quien debemos ceder el primer puesto en gloria: José María Aznar, que habla de los desiertos y de las montañas referidos a la autoría intelectual de los atentados del 11-M con una vibración lírica que ni siquiera Safo alcanzó en su Himno a Afrodita ni Jaime Gil de Biedma en su poema Pandémica y celeste.

Cruzo por delante de la sede madrileña del PP de la calle de Génova, y llegan hasta la acera en las voces de Esperanza Aguirre, del alcalde de Madrid y de Ángel Acebes, el muñidor de la conspiración de Catilina, los sones de una canción en vasco -Sarri, Sarri, de Kortatu- que demuestra que, en la sede del PP, se está estudiando euskera para profundizar en la investigación de la autoría intelectual de los atentados del 11-M.

¿No fue ETA la autora intelectual de los atentados del 11-M? Pues ¿se puede hacer algo mejor que estudiar esa lengua indómita de las montañas -y, en invierno, por supuesto, montañas nevadas y de la más dulce evocación hit-leriana- para investigar la autoría del atentado? Como buenos políglotas que son Aguirre, educada en el Instituto Británico, el alcalde Ruiz-Gallardón, educado en los jesuitas, y Acebes, educado en el latín de Salustio, el autor de La conjuración de Catilina, saben que los idiomas se aprenden, sobre todo, con discos, y por eso recurren a la canción. Y por aquello de que el mejor consejo es el del enemigo, escuchan a Kortatu, un grupo vasco independentista.

No obstante, Gallardón, que se ha tatuado en el pecho la sentencia in medio est virtus (la virtud está en el centro), se desmarca de la investigación aznarina. Aunque el alcalde, llevado por su pasión por la música, una vez más demostrada en su reciente y, por lo que me cuentan, brillante presentación del excelente libro El canto de las sirenas. Argumentos musicales, de Eugenio Trías, en la sala del Círculo de Lectores de la calle de O'Donnell -a esa misma hora del pasado martes, yo estaba en el Instituto Cervantes escuchando la lectura de poemas del magnífico poeta Edmundo de Ory, presentado por Carmen Caffarel, directora del Cervantes-, también se apunta a cantar unos compases de la canción de Kortatu: "Sarri, Sarri, Sarri, Sarri askatu, / Sarri, Sarri, Sarri, bi batu". Este Sarri es el escritor vasco Joseba Sarrionandia, miembro de ETA y preso en la cárcel vizcaína de Martutene, de la que se fugó junto con otro etarra, camuflado entre el material musical del cantante Imanol, que había dado allí un concierto.

Si Aznar, como los seis célebres personajes teatrales de Pirandello, anda en busca de autor, yo sigo sus pasos y voy también en busca de Chéjov, el autor de La gaviota. Asisto en la sala Guindalera (Martínez Izquierdo, 40) a una fantástica representación de En torno a La gaviota de Chéjov. Propuesta de Juan Pastor para seis actores. La obra es espléndida y los seis actores -María Pastor, Raúl Fernández, Ana Miranda, Joseph Albert, Ana Alonso y Álex Tormo- son excelentes.

La sala Guindalera debe su nombre a que la finca está edificada en una antigua zona de huertos donde había cerezos y guindos. La dirección y la adaptación del texto de Chéjov, de Juan Pastor, son memorables. La sala Guindalera ofrece este espectáculo, hasta el 25 de noviembre, los viernes, sábados y domingos, a las 20.00.

A Aznar, tan empeñado en encontrar un autor, hay que recomendarle que vaya a la sala Guindalera y encuentre a Chéjov. Puede ser el autor de su vida. Ya escribió Tolstói que el estilo de Chéjov se parece a ese tipo de pintura en la que las pinceladas parecieran trazadas casualmente como si no tuvieran ninguna relación entre ellas. Con la predicción de futuro atribuida a los poetas, ¿estaba ya Tolstói pensando en Aznar cuando escribió esta frase?: "Pinceladas... como si no tuvieran ninguna relación entre ellas...". ¿No es verdad, ángel -Acebes- de amor, que ya Tolstói estaba anunciando para Aznar, con estas palabras, la autoría de ETA en la dolorosísima tragedia del 11-M?

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