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Un sistema global vigilará desde España las tormentas de polvo

Las tormentas de polvo que se producen de forma habitual en los desiertos del Sáhara, Australia y Gobi, tienen efectos negativos sobre la contaminación, la salud y el cambio climático en muchos países alejados, a los que llega el polvo transportado en masas de aire.

La Organización Meteorológica Mundial impulsa un sistema global de predicción y alerta de este tipo de fenómenos, el proyecto Sand and dust storm (tormenta de arena y polvo, en inglés). Esta semana se reúnen en Barcelona un centenar de científicos para decidir los últimos detalles de este sistema, que estará completamente operativo entre el 2010 y el 2012.

El proyecto comenzó en 2004 y contará con tres nodos geográficos; uno de ellos, que funciona en fase de verificación, será gestionado desde España. Un consorcio formado por el Instituto Nacional de Meteorología, el CSIC y el Barcelona Supercomputing Centre-Centro Nacional de Supercomputación (BSC) se encargará de las predicciones para Europa, Norte de África y Próximo Oriente, explica José María Baldasano, director de Ciencias de la Tierra del BSC. China gestionará el nodo de Extremo Oriente y, seguramente, Estados Unidos haga lo propio en América.

El sistema funcionará a partir de satélites y estaciones de detección terrestres y modelos de predicción de tormentas de polvo natural, que se calcularán en superordenadores como el Mare Nostrum, del BSC.

Emilio Cuevas, director de Investigación Atmosférica del Instituto Nacional de Meteorología, dice que el sistema tendrá múltiples aplicaciones de prevención. Por ejemplo, en las Islas Canarias, la concentración de polvo en el aire puede reducir la visibilidad a 100 metros e interrumpir el tráfico aéreo; en la Península Ibérica el impacto es menor, pero estos episodios empeoran la calidad del aire, lo que puede afectar a personas con asma. De hecho, China usa un sistema provisional en Pekín, una zona especialmente castigada, y donde se organizarán los Juegos Olímpicos de 2008.

El polvo natural afecta directamente el ciclo hidrológico, al disminuir la probabilidad de lluvia, y también se le relaciona con episodios de meningitis en el Sahel, una región árida por debajo del Sáhara, dice Xavier Querol, investigador del CSIC.

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