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11-M: caso cerrado

Las víctimas recurrirán el fallo por considerar insuficientes las penas

"Ya conocemos quiénes pusieron las bombas", afirma Pilar Manjón

Antonio Jiménez Barca

Terminó de leer el fallo el juez Javier Gómez Bermúdez y el silencio se espesó en la sala, en todo el edificio de la Casa de Campo y en la gente que lo abarrotaba. Las víctimas, los hijos, los hermanos y las parejas de los muertos en los trenes del 11-M salieron al pasillo enmudecidos, desechos de decepción después de haber esperado más de tres años ese día, ese momento. Se miraban unos a otros sin acertar a hablar. Pilar Manjón, la presidenta de la asociación mayoritaria 11-M Afectados de Terrorismo, como siempre de negro, imponentemente seria, casi enfadada, aseguró a un periodista: "No nos gusta que haya asesinos en la calle. Recurriremos". Después se abrazó a una señora que había perdido a su marido en Santa Eugenia.

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Un chico muy joven no aceptaba que Rafá Zouhier, al que acusaba de servir de enlace a los terroristas, hubiera sido condenado a 10 años; o que Rabei Osman, al que esta asociación considera uno de los cerebros de la trama, haya salido absuelto. "En mi barrio, a un camello ladrón le acaban de caer 10 años de cárcel por pasar droga, lo mismo que a muchos de estos", explicó, mientras miraba hacia el interior de la sala cómo los encarcelados eran conducidos a los calabozos.

Una mujer que acudió al juicio casi todos los días, que lo soportó desde la primera fila siempre, miraba al suelo con los ojos brillantes, a punto de romper a llorar: "Admito que no a todos les caigan 40 años de cárcel. Pero dejar a gente en la calle es insultarme".

Manjón convocó después a los suyos a la sala de abajo para comentar el fallo, para confortarse unos a otros una vez más.

Había sido un día muy duro que había empezado muy pronto. La propia Manjón confesó que se había pasado la noche sin dormir, oyendo la radio, desvelada. A las diez de la mañana acudieron todos, unos setenta, todos los que día a día escucharon los cientos de testimonios, muchos de ellos espeluznantes y dolorosos: Eva, la señora que un día, de pura desesperación y pena, se vistió una camiseta insultante de Mahoma y se colocó delante de la pecera para molestar a los procesados; Ruth, la chica que perdió a su padre y que agarraba su foto para darse fuerzas cada mañana; David, el que llevaba cumplidamente la cuenta de cada testigo...

Todos tenían ayer los nervios de punta, los recuerdos bombeando imágenes constantemente a la cabeza. Era difícil mantenerse sereno. Hubo líos por los sitios porque las plazas eran insuficientes. Después, todo se aplacó y Gómez Bermúdez leyó la sentencia. El juez hiló y refrendó la investigación policial. Desmontó la teoría de la conspiración ratificando el carácter de prueba real de los detonadores encontrados en la furgoneta Kangoo, o de la bomba hallada en la mochila...

Eva, David y Ruth se miraban sonrientes. Las previsiones se cumplían, una a una. Los culpables eran los que habían estado observando día a día detrás de la habitación de cristal. Pero después, algunas de las condenas, consideradas bajas o mínimas, les arrastró hacia una desolación inesperada que les dejó helados en el pasillo. Fue entonces cuando Manjón ordenó a todos reunirse en la sala de abajo y comentar el fallo todos juntos. También el juez Gómez Bermúdez bajó a la sala, a explicarles algunos detalles de la sentencia.

Luego subieron todos. Los setenta. Había cosas en las que no estaban de acuerdo. Pero las caras habían cambiado. Pilar Manjón repitió que iban a recurrir, pero, sonrió, por primera vez en toda la mañana, y más tranquila, declaró ante un batallón de periodistas: "Estoy satisfecha, sí, porque ya hay sentencia, porque no hay teoría de la conspiración, porque sabemos quiénes pusieron las bombas. Ahora leeremos el fallo despacito, y veremos lo que hacemos: no nos vamos a detener aquí".

Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo, antes de la lectura de la sentencia.
Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo, antes de la lectura de la sentencia.EFE

"Todos abajo: somos una piña"

En la sala principal no había sitio para todos los que acudieron a escuchar de viva voz la sentencia. Los miembros de la asociación mayoritaria 11-M Afectados de Terrorismo, presidida por Pilar Manjón, se quejaron de que la otra asociación, Ayuda a las Víctimas del 11-M, más proclive a comulgar con las teorías conspirativas, había ocupado demasiados asientos.

Manjón exclamó: "Todos abajo, a la sala de la televisión; o todos o ninguno. Siempre hemos sido una piña y lo seguiremos siendo". Allá abajo, en la máquina del café, dos personas que habían perdido a sus familiares comentaban el incidente:

-Los conspiradores arriba, las víctimas abajo.

-Aquí estaremos mejor. Todos juntos.

-Ya, pero a mí me gustaría verles la cara a los asesinos cuando les condenen, estar cerca de ellos cuando se lo digan...

El juez intercedió y un grupo concedió en subir a la sala principal. Se leyó el fallo y al final de la mañana las dos asociaciones de víctimas salieron a la calle tan separadas y en desacuerdo como han estado todo el juicio.

Manjón y los suyos sabiendo quiénes son todos los culpables. La presidenta de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, María Ángeles Domínguez, por su parte, asegurando que la sentencia deja un importante cabo suelto, una zona de sombra: "Falta que nos diga quién lo ideó, quién fue el autor intelectual".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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