Un grupo suizo explota el "turismo de la muerte"
La organización Dignitas cobra hasta 4.000 euros por practicar la eutanasia a enfermos terminales
La actriz francesa Maia Simon, acompañada de amigos íntimos y familiares, realizó hace algunas semanas un viaje en coche hasta Suiza. Iba a ser el último de su vida. Aquejada de un cáncer terminal, había optado por poner fin a sus días en Zúrich con la colaboración de una organización de ayuda al suicidio. Su relativa notoriedad avivó un debate que parece no tener fin y ha puesto en el ojo del huracán a una organización llamada Dignitas.
En 2006 asistió a 195 suicidios de extranjeros. La mayoría, alemanes
Gracias a la interpretación de un ambiguo artículo del Código Penal, la ley suiza no castiga ni persigue el hecho de proveer a los enfermos de sustancias que ponga fin a sus días. Aunque hay condiciones: que no medien "intereses egoístas", que el paciente esté lúcido, exprese su demanda reiteradamente y pueda consumir la droga por sus propios medios. La sustancia utilizada suele ser pentobarbital de sodio.
Dos organizaciones, Exit y Dignitas, ayudan a los enfermos terminales a acabar con sus sufrimientos, un proceso conocido como "autoentrega". La primera tiene su base en Ginebra y está dirigida por el doctor Jerôme Sobel, un eminente otorrinolaringólogo que tiene consulta en Lausana. Cuenta con 14.000 miembros, está integrada por voluntarios y sólo atiende las demandas de asistencia al suicidio de ciudadanos helvéticos o de extranjeros residentes permanentes en Suiza.
Dignitas opera de manera distinta. Tiene su sede en Zúrich, está dirigida por el abogado Ludwig Minelli y acepta asistir a pacientes que llegan de toda Europa en lo que los medios locales califican ya como "turismo de la muerte". En 2006, Dignitas asistió a 195 suicidios de ciudadanos extranjeros, de los cuales 120 procedían de Alemania.
El de la actriz francesa es uno más. Pero la polémica ha estallado tras una denuncia contra Dignitas por utilizar casas particulares para practicar la "asistencia al suicidio". El constante trajinar de gente y ataúdes y la llegada de ambulancias y policías terminó por crear un conflicto en el vecindario. Las autoridades alegan que esta actividad "necesita de un permiso especial" y que sería necesario "que se revise la utilización que puede hacerse de una vivienda".
Tras las casas particulares llegó el turno de un hotel. Pero sus responsables interpusieron otra querella contra la asociación por utilizar sus habitaciones para llevar a cabo los suicidios.
Todo ello ha llevado a Dignitas a un peregrinaje de pueblo en pueblo hasta encontrar un lugar para ejercer. La asociación pide a sus pacientes hasta 4.000 euros, un dinero "necesario para pagar los análisis forenses y el posterior entierro o cremación del cadáver", según Minelli.
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