Madrid y Barcelona: dos regresos distintos tras una noche de fiesta
La mayoría de jóvenes de la ciudad catalana usan el metro para volver a casa. En la capital, lo sustituye un servicio insuficiente de taxis y 'búhos' repletos
A las dos menos cuarto, la chica de los zapatos verdes baja veloz por las escaleras de la estación de Lavapiés para coger un metro de la línea 3 (la amarilla). Lleva una litrona medio llena en una mano y el abrigo en la otra. Sus amigos se lían con el cambio de hora mientras esperan en el andén.
"Si a las dos es la una, ¿tenemos más metro o se ha terminado ya?". "Yo creo que ya no llegan más, vámonos", zanja ella. Se oye el rugido en el túnel. Pasa el último tren de la noche del sábado. Van hasta Callao. El suburbano madrileño dormirá las siguientes cuatro horas.
El caos del cercanías en Cataluña contrasta con la eficiencia del metro
Agotados los adjetivos para describir el estado actual del transporte ferroviario catalán, sólo el metro escapa a las críticas. Y más desde el pasado día 14 de abril, cuando pasó a formar parte del reducido grupo de ciudades europeas con servicio ininterrumpido los sábados por la noche.
"Al menos funciona algo, ¿no?", dice Andrés Márquez, un informático argentino que normalmente coge el cercanías para ir a Gavà a trabajar. Ahora tiene que ir allí en autocar al estar suspendido el servicio de Cercanías por las obras del AVE. "Antes tardaba media hora en llegar al trabajo. Ahora invierto el doble de tiempo. Lo gracioso es que tenga mejores comunicaciones para salir de fiesta que para ir al trabajo", explica este argentino afincado en Barcelona.
Los viajeros catalanes aplauden la medida, pero quieren más. "¿Por qué no está el metro abierto por la noche toda la semana? Me parece ridículo que entre semana cierre a medianoche, cuando en esta ciudad se sale de fiesta casi cada día", critica Pedro Jover, un estudiante de 22 años. Esta reivindicación estuvo en boca de todos los candidatos a la alcaldía durante la pasada campaña electoral municipal en Barcelona. En Madrid, donde fue promesa del Gobierno de Esperanza Aguirre en la anterior legislatura, quedó borrado del programa electoral en esta última. El PSOE madrileño ha vuelto a reclamar su puesta en marcha. En su lugar, circulan los metrobúhos, unos autobuses nocturnos con el mismo itinerario que los metros, pero sin salir de la capital.
El tiempo que las líneas permanecen cerradas, el personal de Metro se afana en el mantenimiento y limpieza de la red. A la mujer que le toca limpiar el rellano de Callao (Madrid) no le parece seguro que abra toda la noche. "Se encuentra una a mucho joven metiendo la pata, como yo digo, van bebidos... Se han metido algo... Es difícil trabajar". Cuando el suelo está impoluto, la puerta de acceso al suburbano se cierra. Sólo hay movimiento en superficie. En Barcelona, el metro no descansa. Vigilantes, personal de limpieza y empleados del Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) ocupan los pasillos y accesos como en cualquier día.
Gran Vía, 2.30. "¡Pasa una ambulancia, tírate o algo, hazte el cojo a ver si se paran!". Carlos Galindo, de 31 años, y sus amigos se lo toman con humor. Esperan taxi "más de 20 minutos". Tienen dos grupos interesados en la misma idea unos metros más adelante. Carlos es ciego y no le gustan los autobuses. "Para mí sería más fácil que abriera el metro de noche, es rápido y me manejo mejor". Taxis con luces amarillas desfilan sin parar delante de sus caras. Una luz verde pasa también de largo. "¡Eh, escribe eso, estaba verde y no se ha parado!", dice el colega. "¡Eh, aquí, aquí!". Chillan y aplauden como si les hubiera tocado la lotería. Carlos se sube para volver a casa.
Misma hora. Distinta ciudad. Marta Roig coge el suburbano en el barrio de Gràcia. Va a una discoteca del centro con un grupo de amigos. Tiene una queja. "El metro no es nada seguro. Ahora lo cojo porque voy con más gente, pero si tengo que volver a casa sola prefiero irme en taxi. Sobre todo después de lo que le pasó a la chica ecuatoriana hace unos días", explica. "Pero si eso pasa todas las noches, lo que ocurre es que no lo graban nunca", le replica un amigo.
Una fila de cinco personas aguarda en el punto de información de Cibeles al filo de las 3.00. Piden mapas y trayectos. A pesar de la demanda, el hombre que atiende la ventanilla asegura que los usuarios se conocen la oferta "perfectísimamente". Sólo un matiz: "El metrobúho pasa más desapercibido porque sólo funciona el fin de semana".
Mientras, el suburbano cobra protagonismo en la noche barcelonesa y alumbra imágenes inéditas. Un nuevo metro acaba de salir de Plaza de Catalunya (la madrugada de los sábados pasan cada 15 minutos). Dentro del vagón se acomodan dos chicas con una copa en la mano y un cigarrillo encendido en la otra. Es la traslación de la fiesta al subsuelo de la ciudad, y ni las cámaras de videovigilancia ni la seguridad privada del metro pueden detener los actos incívicos, impensables en cualquier otro día de la semana. Los trenes se llenan de humo, el suelo de los vagones y de los andenes acumula porquería y muchos jóvenes incluyen en el catálogo de excesos nocturno la entrada al suburbano sin pagar.
En la esquina de Cibeles, a pocos metros del punto de información, cuatro amigas hacen cuentas. "Cogemos uno hasta Canal y luego hacemos transbordo", dice una. "¿Transbordo? Joder, nos sale más barato pillar un taxi entre las cuatro y vamos más cómodas", le interpela otra.
No es tan fácil. Vanessa, que ha decidido terminar ya la juerga en Latina, no ha conseguido subir a uno en "más de media hora". Marca el número de la operadora. "Colapsada, ni siquiera da señal". Su colega se rinde y se coloca los cascos del MP3. Otra vez toca volver a pata. Unos 40 minutos hasta la Dehesa de la Villa, pero le merece la pena. "Un paseo y así me despejo".
El taxista que acaba de iniciar una carrera de Banco de España a San Bernardo lo ve de otra manera. Lleva un rulo de bolsas junto al asiento. "Son para las vomitonas". Casi nadie las pide a tiempo. Y le toca parar para limpiar. Le ha ocurrido con un chico. "Quería pagarme más, pero eso tampoco lo arregla", explica. Otros son más precavidos. "Una chica vomitó el otro día dentro de su bolso", explica. Parece más resignado que molesto. "Bueno, todos nos hemos emborrachado alguna vez".
Barcelona, 4.15. David Ríos, estudiante, se une al ejército de jóvenes que saludan la medida porque "antes era muy difícil encontrar un taxi por la noche y el bus nocturno me dejaba muy lejos de casa". Dentro del vagón en el que viaja David, una pareja de rumanos interpreta un conocido tango, que es contestado con aplausos. Con la ampliación del horario del metro también los músicos callejeros alargan su jornada laboral. No recogen muchas monedas, pero al menos a esta hora el público es más agradecido.
"Como el culo". Así ve Ana González, 23 años, ex camarera de discoteca, el transporte nocturno en Madrid. Cuando salía de trabajar, cogía el bus de Cibeles a Moncloa, "que siempre tarda un montón", dice con media lengua. Esta noche vuelve en grupo. Probablemente, en taxi.
En la estación de Paseo de Gràcia, en Barcelona, Celia, profesora, vuelve a casa. "Ya ni me acuerdo de las veces que he tenido que correr para coger el metro antes de que cerrara", cuenta al filo de las 5.00. "Te da mucha tranquilidad saber que estará abierto toda la noche, por eso ya sólo salgo de fiesta los sábados", añade.
Por el mismo motivo, pero a la inversa, Manolo sale cada vez menos en Madrid, donde vive desde hace casi dos años. "Cada vez que quiero irme de marcha, me da una pereza pensar en volver a casa...", cuenta apoyado en la barra de un pub irlandés cercano a la Puerta del Sol.
La parada de autobús de Gran Vía esquina a la calle de la Salud bulle de gente. Para el N19, que termina el viaje en Cibeles. Tres amigos no lo tienen muy claro.
-Pregúntale a todos los conductores por si acaso.
-¿Va a Manuel Becerra?
Gesto negativo del chófer. Arranca. A la colombiana Julieta Andrea de Valencia, 20 años, se le escapa por un segundo. Tiene que coger un autobús hasta Cibeles y otro más hasta Orcasur-Villaverde. Llegó a Gran Vía cuatro horas antes, al salir de trabajar. Lo hizo en taxi. "Salgo a las dos, justo cuando cierra el metro". El transporte público le parece "chévere".
El inmenso solar que en 2004 albergó el Fórum de las Culturas se ha reciclado exitosamente como centro de ocio nocturno. Pasan las cinco de la mañana y el interior de la estación de metro más cercana ya está atestado por una multitud de adolescentes que se agolpan en las vías esperando el próximo tren. Ha sido una noche de alcohol, hormonas y sudor. "A nosotras lo del nuevo horario nos da un poco igual porque cuando venimos aquí de fiesta nunca volvemos antes de las cinco", dice Noelia. "Además, estando aquí, ¿adónde vas a ir?", añade Noe-lia, en referencia a lo lejos que se encuentra del centro de la ciudad.
A ella no le ha tocado esperar una hora más, como a la gente que aguarda en el andén de la línea 2 de la estación madrileña de Sol. Con el cambio de hora, las 7.00 son las 6.00. Y a las recién estrenadas 6.00, casi un centenar de personas entre los dos andenes aguardan el primer convoy de la mañana. Las pantallas de Canal Metro ya lanzan noticias. En el andén de enfrente, un chico sentado en el suelo se troncha dormido hacia delante. Pasa un tren vacío que no para. A las 6.10 llega el tren.
-¡Natalia, llevas unos pelitos, guapa! -dice una chica a su amiga. Natalia, con ojeras de rímel, se ríe. Le duelen los tacones.
Dos amigos ocupan los dos últimos sitios del vagón hacia La Elipa. Se acomodan uno enfrente de otro y se apoyan en los codos. Casi no pueden hablar.
-Oye, tío, ¿y mañana? -balbucea uno.
-Mañana quiero dormir.
-¿Y después?
-Después, dormir.
"A POR EL BÚHO..."
A las 2.00, cierra el Metro de Madrid y empieza la aventura para volver a casa o cambiar de local. Coger uno de los demandados taxis en un lateral de Gran Vía se convierte en una tarea difícil. Carlos Galindos y sus amigos intentan llamar la atención de uno que pasa de largo, a pesar de llevar la luz verde encendida. La otra opción son los autobuses nocturnos (en Madrid operan 35 los fines de semana). Siempre llegan, pero toca hacer cola.
"EH, TAXI...!"
A las 2.00, cierra el Metro de Madrid y empieza la aventura para volver a casa o cambiar de local. Coger uno de los demandados taxis en un lateral de Gran Vía se convierte en una tarea difícil. Carlos Galindos y sus amigos (en la foto superior) intentan llamar la atención de uno que pasa de largo, a pesar de llevar la luz verde encendida. La otra opción son los autobuses nocturnos (en Madrid operan 35 los fines de semana). Siempre llegan, pero toca hacer cola. En la imagen inferior, usuarios del búho esperaban la noche del sábado al domingo, alrededor de las 3.00, en la glorieta de Cibeles. Abajo, una de las puertas de acceso a una estación de la línea 2 de Metro, semicerrada.
En Madrid
- Habitantes: 3.128.600
- 700.000 personas salen de noche los fines de semana
- Autobús: 24 nocturnos toda la semana; 11 más sólo los fines de semana
- Frecuencia: 14-20 minutos
- Viajeros: 53.000 por noche
- Líneas de metro: 12 (de 6.05 a 2.00)
- Frecuencia noche: no hay
- Precio billete: 1 euro
- Taxis: 15.500. Salen unos 9.000 el sábado por la noche
En Barcelona
- Habitantes: 1.605.602
- 250.000 personas salen de noche el fin de semana
- Autobús: 18 nocturnos (NitBus) durante toda la semana
- Frecuencia: 20 min
- Precio billete: 1,25 euros
- Líneas de metro: 6 (que funcionan 24 horas el sábado y vísperas de 5 festivos, de 6.00 a 00.00 el resto de semana)
- Frecuencia: 15 minutos
- Taxis: 11.000
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