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OPINIÓN
Columna
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Recuerdos y olvidos

El próximo miércoles, el Pleno del Congreso debatirá el mal llamado proyecto de ley de la memoria histórica. La Comisión Constitucional de la Cámara logró el 10 de octubre aproximar algunas posiciones dentro de la actual mayoría parlamentaria, con excepción de una Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) parapetada en sus belicosos cuarteles de invierno; la circunstancia de que la norma no tenga rango de ley orgánica posibilitó también que el Grupo Popular votase a favor de artículos referidos al Valle de los Caídos y a la ampliación de derechos y pago de indemnizaciones a las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. Abstracción hecha de las torpezas o las equivocaciones del proyecto inicial del Gobierno, el aumento de la reducida superficie de consenso ya existente entre la derecha y la izquierda parlamentarias resulta tan deseable como urgente: el fortalecimiento de la cohesión constitucional y emocional es una imperiosa necesidad para un país cuyas heridas todavía sin cicatrizar están siendo reabiertas por los mensajes de odio lanzados desde la radio de los obispos españoles, digna seguidora de la Radio María polaca.

El Congreso debatirá el miércoles el dictamen de la llamada ley de la memoria histórica aprobado en Comisión

El derecho esgrimido por los nietos de la Guerra Civil y del franquismo o por los hijos de la transición a la democracia para valorar sólo con su mirada los comportamientos de sus abuelos y de sus padres durante el conflicto de 1936, la dictadura y la reforma pactada (favorecida por el Rey designado por Franco para sucederle en la Jefatura del Estado) explica en buena medida el aumento de las actuales demandas de revisión del pasado. Otro motivo de esa creciente presión son las peticiones de reparación material o simbólica a las víctimas de los crímenes, persecuciones, torturas y encarcelamientos producidos durante la guerra y la dictadura; la exigencia de responsabilidades a los violadores de los derechos humanos se ha convertido en una asignatura troncal a partir de las transiciones a la democracia en el Cono Sur, Suráfrica y Europa central.

La historia comparada muestra los paralelismos entre la experiencia española y las iniciativas en otros países europeos para volver a mirar con nuevas lentes la guerra civil continental concluida con la caída del muro de Berlín. En su extraordinaria obra Postguerra (Taurus, 2007), Tony Judt subraya que la memoria no sólo es "intrínsecamente polémica y sesgada", sino también "una mala consejera en lo que al pasado se refiere". Tras la derrota de Hitler, Europa se reconstruyó sobre una memoria deliberadamente errónea; desde 1989, en cambio, se está edificando a modo de compensación sobre un excedente de recuerdos, ignorando que "cierto grado de abandono e incluso de olvido es necesario para la salud pública". El título del sabio libro autobiográfico de Francisco Ayala -Recuerdos y olvidos (Alianza Editorial, 1982)- podría servir como guía para entender el carácter incompleto y provisional de los plurales y contradictorios testimonios personales sobre el pasado. -

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