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Columna
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Selección nacional

No damos pie con bola. Sencillamente no tocamos bola. No sabemos en qué equipo jugamos, si es que estamos jugando realmente o calentamos un banquillo invisible. ¿Somos los jugadores invisibles de un juego cuyas reglas ni siquiera sabemos? No es una adivinanza, es una descripción y unas preguntas que alguna gente se hace en ciertos sitios, sobre el césped de algunos estadios. Se trata de jugar o no jugar, de ser o no elegido por el entrenador de turno. El fútbol es así. No dejan de decirlo desde que los balones tienen forma de esfera los expertos en este deporte. Los seleccionadores nacionales siempre se equivocan.

Eso dicen también los expertos y eso juran los futbolistas excluidos. Es duro ser excluido, sobre todo si el responsable de la exclusión esgrime el argumento de que tu juego es otro, otra tu liga y otros los estadios donde debes y puedes jugar. Un futbolista, a veces, no tiene más remedio que dedicarse al tenis. Son cosas que suceden.

No fueron Pere Gimferrer ni Quim Monzó quienes llenaron la barraca de Francfort, sino Laporta

En la Feria del libro de Francfort, dedicada este año a la cultura catalana, sólo han intervenido los autores que escriben en catalán. Han sido más de cien los escritores llamados a formar en esta selección nacional catalana. La estrella de la feria, sin embargo, no ha sido un escritor en catalán, sino Joan Laporta, presidente del Barça. Es natural. ¿Alguien cree que un evento como el que se organiza en Francfort cada año tiene que ver con la literatura más que con el fútbol o con la política? Se trata de una feria costeada con dinero público. Un dinero (el de todos) que también se maneja en el fútbol de modo más o menos solapado.

No fueron ni el gran poeta Pere Gimferrer ni el estupendo cuentista Quim Monzó quienes llenaron la barraca alemana, sino el presidente del Barcelona. De algún modo Laporta representa (representaba en Francfort) a la nutrida selección nacional catalana. El Barça, ya se sabe, es algo más que un club. Y un escritor, si es de verdad escritor, no es nada más que eso: alguien que escribe. Los escritores con denominación de origen (igual que los chorizos o los vinos) terminan caducando, pudriéndose o agriándose. La Feria alemana, afirmó Joan Laporta, "es una oportunidad única para hacer saber al mundo que la cultura catalana existe y que tiene lengua propia". Así ha sido. Gracias al presidente del Barcelona, además, todos los asistentes a la Feria supieron que el idioma oficial de ese equipo es el mismo de Quim Monzó y Pere Gimferrer. Incluso el mismo que empleó Ramón Llull (que también empleaba el árabe y el latín).

No sabemos si entre los jugadores del Barça hay lectores de los poemas de Pere Gimferrer o de los cuentos de Quim Monzó. No sabemos si Rijkaard se emociona con Salvador Espriu o si Ronaldinho es fan del mejor novelista del mundo, que es Miquel de Palol según dice mi amigo Javier Calvo, barcelonés que escribe estupendas novelas en lengua castellana.

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Juan Marsé se preguntaba cómo podría asistir Eduardo Mendoza, que escribe sus obras de teatro en catalán y el resto de su producción en castellano, a la Feria de Francfort, ¿acaso de cintura para abajo o tal vez de cintura para arriba? No fue. ¿Y cómo habrá ido Pere Gimferrer, que sí fue? ¿Ahogando al Pedro Gimferrer de Arde el mar? Afortunadamente, Joan Laporta lo tiene muy claro: Ronaldinho puede ser un autor catalán y sus goles son goles catalanes. Sin embargo, Enrique Vila-Matas, Javier Cercas o Juan Goytisolo no son ni pueden ser considerados autores catalanes y, por tanto, no han de ser integrados en la selección. Da igual que metan goles. Para meter goles ya está Ronaldinho.

¿Qué más da que algunos de los más grandes escritores catalanes no hayan estado en Francfort? ¿Qué más da que los médicos pediatras de los hospitales públicos de Euskadi no sepan inglés (idioma en el que se publican prácticamente todos los avances científicos producidos en esta especialidad) si hablan medianamente la lengua vasca? Me remito a la carta (El poder curativo del euskera) publicada en este diario el sábado pasado y firmada por el doctor Juan Casado Flores.

Las selecciones nacionales nos ponen los pelos de punta. Los seleccionadores dan pavor. Los seleccionadores de los médicos que tendrán que curarnos están enfermos de nacionalismo. Conocer el euskera otorga 16 puntos al candidato a ocupar una plaza en la sanidad pública. Conocer el inglés únicamente 2. ¿A qué juegan los seleccionadores nacionales? ¿Con quién y con qué juegan?

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