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Reportaje:

Madres de la paz en el Kurdistán

Los familiares de los guerrilleros claman por el fin del conflicto con Ankara

Francisco Peregil

Si Turquía, la UE y EE UU consideran a los 3.500 miembros de la guerrilla del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) como una organización terrorista, ¿cómo es que el Gobierno del Kurdistán iraquí, aliado de EE UU, no persigue con algunos de sus 200.000 soldados o peshmergas a los terroristas? ¿Cómo es que no detienen ni encarcelan a ninguno de los guerrilleros? ¿Tan recónditas son las montañas iraquíes donde se esconden después de atentar contra los militares turcos? Una parte de la respuesta puede encontrarse en el Kurdistán turco, en el relato de las madres del PKK. Y la otra parte, en una pequeña aldea del Kurdistán iraquí, y en lo que en ella viene sucediendo cada noche.

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El día en que el hijo de Emine Ozber, de 53 años, decidió unirse al PKK no se despidió de su madre. "Si me lo hubiera dicho yo no lo habría dejado. A pesar de que sé que lo hizo para luchar por mis derechos. Yo tengo que hablar turco a la fuerza, aunque no sepa. No hay en Turquía ninguna escuela para aprender kurdo. Mi hijo decidió luchar para que todo esto cambie algún día. Tenía 19 años. Iba muy bien en sus estudios. Pero la policía lo presionaba, lo perseguía. Y se fue a la montaña. Desde entonces no lo he visto. Ahora tiene 26 años. Sé que me echa de menos. Pero no hablamos por teléfono porque todos sabemos que lo tenemos pinchado".

Emine Ozber, igual que Otisah Ozgen, de 67 años, pertenece a la Asociación de Madres por la Paz, que integra a 30 mujeres en Diyarbakir, capital del Kurdistán turco. "Yo tenía tres hijos", relata Ozgen. "El menor de ellos entendió que vivía en un país sin democracia y cuando tenía 17 años se marchó a la montaña. A los tres años, el mayor de mis hijos, con 20 años, le siguió. Y murió a los 23. En el PKK le habían pedido que luchara en la ciudad en vez de en la montaña. Los turcos lo hirieron en Estambul en 1992. Yo lo veía por la tele en el hospital. Allí lo torturaron para que hablara y lo mataron. Nunca me devolvieron su cuerpo. El pequeño ascendió muy pronto en el PKK. Lo nombraron comandante. Y entonces los soldados turcos vinieron a nuestra aldea y quemaron nuestra casa dos veces. Nos mudamos a la ciudad a ver si dejaban de seguirnos. Pero también nos perseguían en Diyarbakir. Hasta que un día se llevaron a mi marido. Le mandaron a decir a mi hijo pequeño que si se entregaba liberarían al padre. Mi hijo les contestó que él luchaba por todos los padres del pueblo kurdo. Desde entonces no lo volví a ver. Mi hijo pequeño murió en 1999. Y al mediano lo apresaron y se ha pasado en la cárcel 15 años. Lo único que pido es que acabe todo esto. Los soldados turcos que mueren también tienen madres. También ellas sufren".

Al otro lado de la frontera, en Zakho, nada más entrar en el Kurdistán iraquí, cuando se le pregunta a un alto cargo del Gobierno autónomo si considera terrorista a la guerrilla del PKK, su respuesta es instantánea: "En absoluto. Nosotros no tenemos nada que ver con ellos. Los del PKK viven escondidos en la montaña. Pero entiendo que luchan por los derechos del pueblo kurdo. Es el Ejército turco el que aterroriza a la población civil".

Para demostrar que ese terror es real y reciente, el representante del Gobierno se refiere a los habitantes de la aldea Sharanish, a unos 10 kilómetros de la frontera turca. "Allí viven varias decenas de familias cristianas. Llegaron hace tres años huyendo de la violencia en Bagdad. El Gobierno del Kurdistán les ofreció casas. Y desde hace tres días, debido a los bombardeos turcos, las han abandonado".

En Sharanish, los peshmergas llamaron ayer al alcalde de la aldea, Amir Nisam, de 49 años, para que explicara cómo los turcos están bombardeando la zona desde hace tres días. El hombre dijo que de su aldea nadie se había ido. Un oficial kurdo le susurró algo y entonces aclaró que los habitantes de más abajo sí que se habían marchado, aunque no los de su aldea. "Ayer lanzaron varias bombas. Una de ellas cayó sobre mi granja". El jefe de los peshmergas le susurraba algo en kurdo y el alcalde continuaba: "La granja la tengo a unos tres kilómetros de aquí y me la han dejado quemada".

No obstante, el jefe de los peshmergas decía que no se podía visitar esa zona por motivos de seguridad. Los pocos jóvenes que sabían inglés en la aldea y que no hablaban bajo el control del traductor del Ejército kurdo confirmaron que varios aviones planearon ayer sobre la aldea y que el día anterior bombardearon la zona.

Entre medias mentiras y medias verdades, lo único que parece claro es que con cada proyectil que Turquía lanza sobre Irak, más adeptos gana el PKK en el Kurdistán. Y menos se le asocia al terrorismo.

Un guardia de un pueblo kurdo observa el paso de un convoy militar en la provincia turca de Hakkari, en la frontera con Irak.
Un guardia de un pueblo kurdo observa el paso de un convoy militar en la provincia turca de Hakkari, en la frontera con Irak.REUTERS

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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