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Un proceso que puede durar hasta 20 años

Milagros Pérez Oliva

El diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer es el inicio de un proceso de pérdida. Pérdida de la memoria y de las habilidades cognitivas asociadas a ella, de modo que la persona que lo sufre comienza olvidando dónde ha dejado las llaves y termina olvidando quién es y dónde está. El Alzheimer es una tijera que va recortando los hilos de la vida, intelectual y orgánica, hasta dejar al enfermo completamente desconectado de la realidad y sin ningún control sobre su propio cuerpo. Pese a la ingente investigación desarrollada en los últimos años, no se conocen aún sus causas, aunque hay datos que apuntan a factores ambientales combinados con predisposición genética.

Se sabe que una acumulación de depósitos de proteína beta-amiloide va deteriorando las funciones neuronales. El proceso puede comenzar diez años antes de los primeros olvidos patológicos. Comienza afectando las zonas del cerebro que controlan la memoria, el lenguaje y la capacidad de asimilar nueva información, pero poco a poco el deterioro neuronal se va extendiendo a todas las demás funciones, incluido el movimiento, hasta provocar una invalidez total.

Salvo en algunas formas precoces, como la que sufrió Rita Hayworth, suele diagnosticarse en torno a los 70 años. La evolución es muy variable: hay enfermos que recorren todo el proceso en cinco años y otros en veinte. El promedio está entre ocho y diez años tras el diagnóstico.

En estos momentos no hay ningún tratamiento curativo, pero existen varios fármacos en experimentación sobre los que hay puestas ciertas esperanzas, entre ellos algunos antiinflamatorios específicos y varios anticuerpos monoclonales. Recientemente el abordaje del diagnóstsico del Alzheimer se centra en distinguir entre el deterioro cognitivo ligero, que comporta una pérdida de memoria puntual, y la demencia propiamente dicha, porque sólo un 15% de los que sufren el primero evoluciona hacia el Alzheimer.

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