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Columna
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La historia de Ana Botella

Como Ana Botella es del año 1953, Juan Urbano calculó que sus primeros recuerdos fiables deberían ser del 56 o 57, así que aún conoció bien una época horrorosa de la dictadura, aquellos años viscosos en los que el país vivía bajo la bota de los golpistas y sobre los dólares hipócritas del amigo americano. Así que le dejaron perplejo las declaraciones de la concejal asegurando que no tiene ningún problema en condenar el franquismo, pero que el PSOE no hizo igual con "el golpe al Gobierno legítimamente constituido de la Segunda República, en 1934", en referencia a las huelgas mineras de Asturias. A nuestro filósofo le pareció tan escandaloso que Botella pensara eso como que su argumento le sonara familiar. Eso sí, aunque algunos de sus correligionarios ya hayan pisado antes ese charco de aceite, que Botella considere el debate sobre la memoria histórica "estéril, destructivo e inútil" le pareció, por añadidura, un acto de cinismo. ¿De verdad puede comparar, sin sentir rubor, los sucesos lamentables del 34 con el infierno de 38 años de profundidad desatado por los sediciosos de 1936? ¿Realmente se puede uno salir por la tangente cuando se le pide que diga si está o no de acuerdo con las afirmaciones de su compañero Jaime Mayor Oreja, que acaba de poner en tela de juicio la necesidad de condenar la dictadura porque, según él, a fin de cuentas, "representaba a un sector muy amplio de los españoles"? Juan Urbano se dijo, como si le hablase directamente al antiguo ministro: "Mira, Jaime, está bien que te quites la careta y nos dejes ver qué hay detrás; pero, en cualquier caso, te equivocas: las dictaduras no son sistemas políticos sino cacerías humanas, y, por tanto, no representan a nadie, sólo matan a unos y amaestran a otros. Nada más".

Por otra parte, ¿no es también escandaloso que Ana Botella esté convencida de que "en todos los partidos, tanto en el PSOE como en el PP, hay personas que en su momento fueron franquistas"? A Juan Urbano se lo pareció, naturalmente, porque le resulta inconcebible que en una democracia pueda hablarse de cargos públicos o líderes políticos que fueron o son simpatizantes de una dictadura. Seguro que Ana Botella ni lo fue, como ella misma asegura, ni lo es, y precisamente por eso resultan tan arbitrarias como irresponsables sus palabras. "La memoria histórica, ¿desde cuándo? Podríamos tomarla desde un periodo anterior". Eso es lo que dijo Botella, que evidentemente está como para que le hagan un examen de historia; pero también añadió que "el PSOE de entonces, del que se declara heredero el PSOE actual" no condenó igual el franquismo que los sucesos de Asturias. Es decir, que Botella no se ha leído a Paul Preston, pero sí a esos charlatanes baratos que andan por ahí haciéndose publicidad a base de decir que la Guerra Civil no empezó en el 36 sino en el 34 y que el golpe de Estado no lo dieron los generales fascistas que tanto parecen gustarles, sino el PSOE y Ezquerra Republicana de Cataluña. Y por eso, tal vez, tuvo que venir Franco a salvarnos. Lo que hay que oír.

El portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, David Lucas, le va a preguntar hoy a Ruiz-Gallardón por las afirmaciones de Botella y va a pedirle que "tome cartas en el asunto y que haga lo que le corresponde para intentar evitar en la medida de lo posible que se produzcan este tipo de situaciones más veces, porque no se pueden comparar las huelgas mineras de 1934 con el golpe de Estado que se dio en 1936 a la República, elegida democráticamente por los españoles, y que produjo más de 500.000 muertos en la Guerra Civil y más de 500.000 exiliados, además de suponer 40 años de represión, dictadura y coacción de las libertades de todos los españoles". Menos mal que en la misma entrevista Botella ha negado que aspire a ser la próxima alcaldesa de la capital o incluso presidenta del Gobierno, porque de lo contrario, nos podíamos echar a temblar: igual en nombre del equilibrio había que volver a poner en las calles de Madrid las estatuas del dictador y a quitarle el nombre a la Gran Vía para volver a llamarla avenida de José Antonio Primo de Rivera.

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