Símbolos
Salgo a la carretera durante el pasado puente de exaltación patriótica y topo con la silueta de nuestro famoso toro, adornada con dos pintadas: ¡viva España! y ¡viva el Rey! Faltaba la rúbrica que hubiera podido rezar: ¡Con dos c...!
En medio de este paroxismo que nos lleva al uso de imágenes y banderas como arma arrojadiza, me viene a la cabeza la tesis de Juan Luis Arsuaga. Si le entendí bien, dice que la identificación con determinados símbolos hizo fuerte al Homo sapiens frente al neandertal, igual a nosotros en inteligencia, pero incapaz de agruparse como nuestros antepasados en un colectivo con fuertes lazos culturales e ideológicos, la tribu, frente a otros a quienes combatir.
Pues bien, en ésas seguimos, y bien sea para usos políticos, deportivos o de otro orden, parece que no podemos vivir sin la tribu, que por definición siempre es excluyente y creadora del otro, y nos condena a vivir en el gregarismo más recalcitrante. Paradójicamente, es probable que ese instinto que en el pasado nos permitió prosperar frente a una especie que compartía nuestro hábitat, suponga al mismo tiempo la condena que mantenga a nuestra especie en constantes guerras y rencillas entre semejantes.
En esta apoteosis de banderas y orgullos patrios yo me siento un bicho raro y, puesto a identificarme con algo, lo hago con la frase que Aute pone en boca de Sabina en una canción que le dedica: "Dice que abajo las banderaaas y arriba laaa lluvia de abril...".
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