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Reportaje:

"Ama, quiero volver a casa"

La niña habló con sus padres la noche antes de morir en el albergue

Pedro Gorospe

Jessica ya se sentía mal el pasado miércoles. Estaba pálida y vomitaba. Llevaba así varias horas. La noche del jueves, después de ser atendida dos veces en sendos ambulatorios, uno de ellos cercano al albergue de Cabrera del Mar, telefoneó a casa.

"Ama" (mamá, en vasco), "quiero volver a casa", dijo. Fue la última vez que los padres escucharon la voz de su hija.

A más de 600 kilómetros de su preocupada familia, Jessica no lograba conciliar el sueño. Le dolía mucho el estómago. Tenía sed y quería volver al caserío familiar. Su íntima amiga Maider, también de 11 años y con la que compartía los pequeños secretos de su corta vida, estuvo con ella hasta que se pudo dormir. "Le daba pequeños sorbos de agua", dice el padre de Maider, el alcalde de Kortezubi, Txomin Bilbao, del PNV. A las tres y media de la madrugada, Jessica se durmió.

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Los médicos que le atendieron no le habían dado demasiada importancia a su estado de salud. A las seis y media de la madrugada, cuando Maider se incorporó en su cama para ver cómo estaba su amiga, que dormía al lado, la encontró profundamente quieta. Ella y la profesora responsable de la excursión pensaron que seguía dormida. "No le vamos a molestar", se dijeron. Jessica no llegó a ver la luz de ese día.

La preocupación en la familia de la pequeña se transformó primero en un dolor infinito, y en indignación después. Su padre, Fermín Urizar, concejal de Kortezubi, también peneuvista y amigo de toda la vida de Txomin, no daba crédito a lo que le estaban diciendo por teléfono.

"Estamos que no nos lo creemos. Mandas a tu hija de excursión y te la traen de esta manera", criticaba ayer un vecino de la pequeña localidad vizcaína. Kortezubi apenas si tiene 392 habitantes. Casi no ha crecido a lo largo de las últimas décadas entre las colinas de Gernika y Lekeitio, junto a la Cueva de Santimamiñe y el Bosque de Oma pintado por Agustín Ibarrola.

El profundo color verde de los alrededores de los caseríos sólo albergaba silencio ayer. Nadie caminaba por sus calles. Todo el mundo vivía el drama de puertas adentro. "El pueblo está indignado de que una niña muera en la cama de un albergue después de ir dos veces a un centro médico", señalaba el alcalde, visiblemente emocionado. Después de mantener una larga reunión con técnicos de Sanidad y de Educación del Gobierno vasco, seguía visiblemente emocionado. Y pensaba en su propia hija. Ayer todos los padres pensaban en sus hijas.

Maider llegó de madrugada a su casa, junto al resto de sus compañeras. Se pasó la mañana descansando. "Eran muy amigas, siempre estaban juntas. Ella ha estado en mi casa durmiendo muchas veces, y mi hija en casa de Jessica. Esto es muy duro, y no ha hecho más que empezar porque va a durar mucho tiempo...", decía su padre.

Y volvía a emocionarse. Xabier, el hermano de Maider, describía la pena de ésta: "Prácticamente se murió en sus brazos. Todo es tan triste".

Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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