Un Cristo despolitizado
No es frecuente que un Papa escriba como teólogo, aunque lo sea, sin imprimir su sello papal. Esta obra de Benedicto XVI lo intenta, al menos, como confiesa en el prólogo de Jesús de Nazaret: "Este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal 'del rostro del Señor'. Por eso, cualquiera es libre de contradecirme". ¡Una invitación al ejercicio de la crítica, que es de agradecer! De lo que no estoy seguro es de que sea posible separar ambos planos y que en este caso lo haya conseguido. La misma portada de la edición castellana da lugar a confusión al poner como autor a Joseph Ratzinger (Marktl am Inn, 1927) y al destacar debajo, en mayor tamaño y en rojo, Benedicto XVI. ¿Sólo razones comerciales? ¿Quién es, realmente el autor: el papa Benedicto XVI, el teólogo Joseph Ratzinger o los dos?
JESÚS DE NAZARET
Joseph Ratzinger, Benedicto XVI
Traducción de Carmen Bas
La Esfera de los Libros
Madrid, 2007
450 páginas. 19,50 euros
La mezcla de los dos planos, el personal y el magisterial, parece apreciarse sobre todo en sus críticas a corrientes teológicas, interpretaciones exegéticas y teólogos para él desviados, que reproducen, aunque de manera más suavizada, las condenas que el cardenal Ratzinger llevó a cabo durante sus casi cinco lustros al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Por ejemplo: la condena de la teología de las religiones, la descalificación implícita de la teología de la liberación, la crítica a las teologías políticas de todo tipo y a las distintas tendencias de la teología liberal, sin dejar apenas espacio para el diálogo ecuménico, el cuestionamiento de la idea secular-utópica del Reino de Dios y las constantes referencias a las "desviaciones" cristológicas.
Los silencios también hablan por sí solos en este libro y son, a veces, más elocuentes que las palabras. No hay referencias a algunas de las principales cristologías de los teólogos católicos de la segunda mitad del siglo XX: Schillebeeckx, Rahner, Küng -colegas y asesores como él del Concilio Vaticano II-, Sobrino Boff y Haigth, etcétera. Son cristologías todas ellas que han contribuido a recuperar la historicidad y la humanidad de Jesús de Nazaret, sofocadas bajo la divinidad, y a presentar a Jesús de Nazaret en clave liberadora e interreligiosa. Por el contrario, abundan las referencias a autores en sintonía con el pensamiento de Ratzinger, lo que es lógico. Hay, incluso, una cita del escritor y periodista Vittorio Messori, que se mueve en la órbita restauradora de Ratzinger y que publicó una entrevista con él bajo el título Informe sobre la fe, siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El libro tiene un objetivo bien definido: "Presentar al Jesús de los Evangelios como el Jesús real, como el 'Jesús histórico' en sentido propio y verdadero". Sin embargo, recurre a una metodología que dificulta la consecución de su objetivo. Reconoce la importancia de los métodos historico-críticos, que son la clave de bóveda de la hermenéutica bíblica de los dos últimos siglos, pero muestra desde el principio una confesada desconfianza hacia ellos. Buena prueba es su tesis de que los evangelios nos transmiten el auténtico Jesús histórico, hoy difícilmente defendible. No tiene en cuenta las aportaciones de los nuevos métodos hermenéuticos, que intentan una reconstrucción histórica fiable de Jesús de Nazaret y del cristianismo primitivo: historia social y política, antropología cultural, sociología, etcétera.
¿Qué imagen de Jesús deja
en nuestra retina este libro? Es difícil de resumirla en pocas líneas, pero está más cerca del Cristo de la fe que del Jesús histórico, más próximo al Cristo de la piedad cristiana que al Jesús liberador, más afín a un ser divinizado que a una persona radicalmente humana, cercano a los esenios y opuesto a la estrategia zelote. En fin, una imagen despolitizada de Cristo, que no parece hacer justicia al Jesús de los Evangelios. Pero una imagen, eso sí, bien razonada, expuesta con convicción y sinceridad, acorde con la teología y la espiritualidad de Ratzinger y de Benedicto XVI, que merece respeto, aunque no se comparta.
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