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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Menos Musharraf

Pervez Musharraf se ha empeñado tanto en un tercer mandato presidencial que, incluso si el Tribunal Supremo se lo permite y el recuento del voto del pasado sábado por el Parlamento y las cuatro asambleas regionales le da la victoria, habrá perdido mucho poder en el camino. Pues cuando el general golpista deje de ser jefe de los ejércitos, a lo que ha tenido que comprometerse, el verdadero hombre fuerte de Pakistán será su sucesor al frente de las Fuerzas Armadas, el general Ashfaq Pervez Kiani, hasta ahora jefe de los poderosos servicios secretos. Además, para lograr su eventual y pírrica victoria, Musharraf ha tenido que pactar con su enemiga Benazir Bhutto y aceptar que una ley retire todos los cargos de corrupción contra la ex primera ministra, que tiene previsto su regreso a Pakistán la semana próxima.

La renuncia de Musharraf a seguir encabezando el Ejército ha provocado todo un terremoto, con nombramientos más antiislamistas y aún más proamericanos que el presidente. Es la primera vez que un jefe de la Inteligencia se convierte en el de las Fuerzas Armadas, lo que debería facilitar su difícil tarea de desislamización del Ejército. De momento, Kiani ha sido promovido a número dos de las Fuerzas Armadas, y saltará a la cabeza del escalafón en cuanto Musharraf deje su cargo militar el 15 de noviembre, después de haberse garantizado su victoria presidencial si el Supremo lo permite y el recuento lo confirma. De otro modo, se puede abrir una gran crisis. Es escasamente democrático que sea este Parlamento saliente, junto con las asambleas regionales, el que elija de forma indirecta al presidente del país, cuando hay elecciones generales previstas para enero. Pero el general no quería asumir riesgos.

Hace tiempo que Pakistán, que ha sido la mayor democracia musulmana, ha perdido toda normalidad política. Quienes mandan son los militares, no siempre partidarios de luchar claramente contra los talibanes y los dirigentes y militantes de Al Qaeda que se suponen refugiados en territorio paquistaní. En la estabilidad de Pakistán hay mucho en juego, por la fuerza social de un islamismo muy radical y porque es el único país musulmán dotado del arma nuclear.

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