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Columna
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Cosas de pijos y niñas repipis

Mira que llega a ser guapo, el feo este. Lo cierto es que su bombín ya está un poco manido, que le sobra compadreo y le falta algo de relajación, que ya tiene su edad y que la voz no perdona los excesos. Pero Joaquín Sabina tiene un encanto más allá de los tiempos del encanto, y lo sabe, el muy cabrón, lo sabe tanto que continua enamorándonos con su cara imposible y su afonía crónica. Y ¡qué decir de Serrat!, eterno adolescente de nuestra adolescencia eterna, amor imaginado de todas las canciones de amor. La verdad es que estos dos juntos suman más que dos, son un lujo de disfrute suave, de placer prohibido, pura poesía de la vida, unos bombonazos. Así que, aquí estoy, escuchando sus canciones, hilvanando las emociones que me provocan, luchando por aterrizar en el paisanaje de un artículo, desde el bello paisaje de su música. No es fácil. Pero aterrizo, quizá bruscamente, porque la materia del artículo no arraiga en lo poético-emocional, sino en lo estrictamente prosaico, en su versión cutre-cómica. Hablo de la fantástica idea que han tenido los cachorros socialistas de promocionarse a través de un vídeo que emula el Pasapalabra y que tiene como noble objetivo defender la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Coherentes, pues, con el objetivo, se permiten una notable cutrada televisiva, donde un niño pijo surgido de las pesadillas de algún progre de manual queda en ridículo ante una niña repipi tan estimulante como él. Si lo que querían era reflejar dos prototipos de personas, habrá que preguntarse en qué siglo, continente y planeta viven estos chicos, porque servidora solo sabe ver dos caricaturas baratas, más propias de las películas de Cine de barrio en versión moderna, que un reflejo de ninguna realidad. Sería hora de que estos jóvenes que dicen querer cambiar el futuro y que militan en partidos para alcanzar tan noble empeño demostraran una cierta altura de miras y se situaran por encima de los estereotipos, los prejuicios y los tópicos que sus adultos han sabido tejer. Primero, porque no son ciertos, y segundo, porque es de rigor desear jóvenes que no sean puros clones de sus mentores, sino gente con iniciativa propia, algo de lucidez y algo más de personalidad.

Reírse de los que votan a la opción contraria y reducir su espectro a un esquema maniqueo no es una lección de ciudadanía

Nada de todo ello veo en este vídeo. Sólo alcanzo a vislumbrar la típica gracieta de jovencito aplicado, para que se la rían los mayores y le digan aquello de "tú llegarás lejos". Para empezar, Zapatero ya ha asegurado que la broma es muy simpática, y todos a reírla, no fuera caso que nos expulsaran del planeta de los listos y nos colocaran en la charca de los cocodrilos. Ja, ja, ja.

Bien, ahora que ya me he reído, algunas consideraciones antipáticas a tan simpático vídeo. Primero, somos muchos, en el territorio comanche del librepensamiento, los que no estamos encantados con la asignatura de Educación para la Ciudadanía, sin que ello implique que nos hayamos hecho postulantes de María. Sin duda, es necesario y exigible que los jóvenes sean educados en los valores democráticos, pero ¿estamos sólo ante un manual de derechos constitucionales? Por ejemplo, defender los movimientos antiglobalización, ¿tiene que ver con la ética democrática o con un perfil ideológico concreto? En cualquier caso, el amigo Xavier Sala Martín tiene una lista completa de "valores" que se escapan de lo ético y aterrizan sonoramente en lo ideológico. Una especie del FEN de nuestro Florido pensil, en versión progre. Segundo, más allá de la alegría o disgusto por la nueva asignatura, lo que no es de recibo es el sobado estereotipo del pijo analfabeto, prejuicioso y votante del PP. De entrada, se me ocurren unos cuantos nombres de la progresía más homologada que han ido modificando sus trencas de la época de Cambio 16 para acabar gastándose la pasta en Gonzalo Comella (Serrano, para los de Madrid) o en los diseños de Toni Miró. La pijo-progresía es, sin duda, la clase social más en alza en los ámbitos de la política. Además, si la alternativa al cocodrilo del tonto del vídeo es la vestimenta de la sabihonda que lo acompaña, estoy por comprarme la colección completa de Coco Chanel. Por cierto, ¿de qué lado de la frontera textil caería María Teresa Fernández de la Vega? Y lo de las ministras en Vogue, ¿sería pijo o sería ecosostenible? Lo malo de los estereotipos es que tienen una facilidad espantosa para convertirse en certeros bumeranes.

Finalmente, la ridiculización hasta el absurdo de quien piensa distinto.

Sobra decir que mi ideología se parece tanto a la del PP como un huevo a una castaña. Pero ni desprecio la inteligencia de mis adversarios ideológicos, ni me considero moralmente superior, siempre que hablemos de ciudadanos democráticos. Porque también sobra decir que me siento moralmente superior a un fascista. Pero reírse de millones de personas que votan a la opción contraria, considerarlos minusválidos mentales, darles una imagen de ricos consentidos y reducir su amplio espectro a un esquema maniqueo y simplón, no es precisamente una lección de ciudadanía. De hecho, el vídeo es justamente lo contrario del teórico espíritu tolerante y civilizado que inspira la nueva asignatura. Lo cual me lleva a considerar que los primeros que tendrían que ir a escuela serían los jóvenes socialistas.

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Ya sé, sólo es un vídeo. Ja, ja, ja. Entonces, ¿por qué me siento tan mal después de reírme?

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