Poses y sombras
La señal se abre con una concisa escena que funciona como una cita cinéfila esculpida en los materiales de la fantasmagoría: el Pibe Corvalán mira por una ventana y contempla, a lo lejos, la imagen de sus posibles verdugos acercándose. Ricardo Darín y su co-director Martín Hondara, convertidos aquí en médiums del malogrado Eduardo Mignona -que firmó la novela homónima y preparaba su adaptación cinematográfica-, parecen estar citando el prólogo de Forajidos (1946), de Robert Siodmak, única cita fidedigna del relato de Hemingway inspirador de ese clásico del cine negro. Hay en esos primeros minutos una promesa -de coherencia con la tradición, de rigor expresivo-, pero también una advertencia que este crítico no detectó hasta avanzado el metraje: la de que, quizás, detrás de esa cita no haya más que un ejercicio de estilo, encorsetado y más débil de lo que parece.
LA SEÑAL
Dirección: Ricardo Darín y Martín Hondara. Intérpretes: Ricardo Darín, Diego Peretti, Julieta Díaz, Andrea Pietra. Género: policiaco. España-Argentina, 2007. Duración: 95 minutos.
La agonía de Eva Perón pauta la inmersión del detective Corvalán en un caso que, como exige el género, parece más inocuo de lo que es. Y quizás lo que le ocurra a La señal es lo contrario: parece mucho más de lo que es, erigiéndose en una buena simulación de una buena película, que sólo en su desenlace desvela la verdad del trilero, que no se guardaba nada (o casi nada) bajo su juego malabar de luces, sombras y poses.
Crónica de una autodestrucción, recreación del eterno tema de la femme fatale, La señal contiene una convincente recreación de época y, en especial, un gozoso toma y daca interpretativo entre Ricardo Darín y Diego Peretti (que congela con eficacia su comicidad para servir un humor modelo dry martini). No es un mal debut para el Darín director, pero sí es una mala historia para lograr que el género empleado sirva para abrir las puertas de lo incómodo, lo estimulante o, sencillamente, lo imprevisible.
Babelia
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