Nuevo partido

Entre los sarcasmos neocons de unos y el psicologismo barato de otros sobre las motivaciones de sus promotores, Unión, Progreso y Democracia (UPD), el nuevo partido de Rosa Díez y Savater, hizo su presentación el sábado con el aval de Vargas Llosa. Su objetivo es influir en una realidad política que ve muy condicionada por el nacionalismo.

Sus promotores intentaron combatir la acusación de ser un partido monotemático presentando un manifiesto que incluye otras preocupaciones, como, singularmente, la defensa de la laicidad. Sin embargo, lo que seguramente une a los 3.500 afiliados con que parte UPD es sobre todo su denuncia de la desigualdad ante la ley que atribuyen a la pasividad ante los usos y abusos nacionalistas. Esa denuncia, y las propuestas de solución (o de debate sobre ellas), preside casi todo el manifiesto fundacional: reforma constitucional a la alemana, con delimitación clara de las competencias no transferibles del Estado y la posibilidad de rescatar algunas que lo están, como Educación; reforma de la ley electoral para reducir la capacidad condicionante de las minorías nacionalistas; política lingüística no discriminatoria; negativa a negociar contrapartidas nacionalistas con ETA, etcétera.

Un rasgo de estilo del nuevo partido es el rechazo del sectarismo que domina las relaciones entre PSOE y PP, y un riesgo, el simplismo en la búsqueda de soluciones (sobre la ley electoral, por ejemplo). Pero su aspiración a completar mayorías de gobierno sin las hipotecas que plantean los nacionalistas es racional: si va a obtener (como parece probable) votos procedentes tanto de la abstención como de PP y PSOE, podrá ofrecer al partido que resulte mayoritario un apoyo superior al que pueda haberle restado.