El 'partido-Estado' de Baviera cambia de cara
Los socialcristianos, que gobiernan desde hace medio siglo la próspera región alemana, despiden a su líder sin entusiasmo
Se suele decir que el éxito de Baviera radica en esa mezcla entre ordenadores portátiles y pantalones cortos de cuero, entre tecnología punta y fiestas pueblerinas, en una fórmula de síntesis entre los ruidosos hinchas del FC Bayern y los elegantes ejecutivos, hombres y mujeres, que conducen esos silenciosos BMW junto al complejo olímpico de los Juegos de 1972. La escenografía y los actores del congreso que la Unión Social Cristiana (CSU, en sus siglas en alemán) ha celebrado este fin de semana en Múnich demuestran hasta qué punto este partido conservador se ha identificado tanto con su región que resulta difícil distinguir dónde empieza uno y termina la otra.
Desde hace medio siglo, en un caso que sin parangón en Europa, la CSU ha gobernado sin interrupción en Baviera, con cómodas mayorías parlamentarias, y ha influido además en muchos periodos en la política alemana con su aliado, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), que hoy dirige la canciller Angela Merkel. Lejos de desgastar, el poder parece nutrir constantemente a los socialcristianos, que, en la actualidad, cuentan con una holgada mayoría absoluta en el land de Baviera y con dos ministerios (Finanzas y Agricultura) en el Gabinete de gran coalición con la CDU y los socialdemócratas que gobierna Alemania.
La dimisión de Stoiber no hará peligrar la hegemonía política y social de la CSU
El éxito de la región se explica en parte porque ha sabido mezclar tradición y modernidad
Autor de una obra sobre el fenómeno de la CSU, el sociólogo Andreas Kiessling afirma: "La CSU no es sólo un partido, sino que es en realidad una familia. La mayoría de la gente se conoce desde hace décadas, se tutea, se marchan de vacaciones juntos. Ahora bien, de vez en cuando hay que desalojar de su poltrona al cabeza de familia y esa tarea la ha de llevar a cabo su propia gente. Ése es el drama de la CSU".
Un drama que, una vez más, se ha representado en el congreso del partido. Se trata de una cirugía dolorosa aunque breve, porque la familia-partido está por encima de las personalidades, por muy carismáticas que sean, y el bienestar de esta enorme comunidad de intereses pesa mucho más que los individuos concretos. "Que Stoiber no confunda", comentaba un delegado, "los largos aplausos tras su discurso de despedida con el afecto". Una opinión que refleja bien a las claras que los ajustes de cuentas se han de resolver sin piedad. Por todo ello, la dimisión de Edmund Stoiber como presidente de Baviera y de la CSU a raíz de un caso de espionaje sobre la dirigente local de Fürth, la iconoclasta y rebelde Gabriela Pauli, y la elección de un sucesor al frente del Gobierno regional, Günther Beckstein, y de otro en la dirección del partido, Erwin Huber (ambos ministros del land de Baviera y eternos segundones que esperaban la caída del jefe) no harán peligrar la hegemonía social y política del partido.
Hasta el mismísimo portavoz de Baviera del SPD, Harald Schneider, reconoce que la CSU es invencible. "Su presencia", señala este veterano socialdemócrata, "resulta abrumadora en toda la sociedad. Los socialcristianos han logrado formar un partido interclasista que agrupa desde los ganaderos de las montañas bávaras hasta los ingenieros de las firmas de informática, que abarca desde posiciones de extrema derecha a liberales de centro". A la izquierda bávara sólo le queda el consuelo de gobernar los ayuntamientos de las grandes ciudades como Múnich y Núremberg.
Según Heinrich Oberreuter, politólogo y catedrático de la Universidad de Passau, "la CSU ha demostrado a lo largo del tiempo una capacidad de adaptación infinita y ha sabido transformar Baviera de un land agrícola y empobrecido en una de las regiones más prósperas y avanzadas del mundo". "Esta modernización se ha llevado a cabo", añade, "sin perder las raíces conservadoras y moralmente muy católicas. Y todo ello apoyado en una apuesta permanente por la investigación, la educación y la ciencia con una política magnífica en institutos y universidades".
Prosperidad es la palabra clave. La vida cómoda y agradable, la "alegría de vivir", como recalcó Stoiber el viernes en el congreso, han convertido a la CSU en un partido imbatible, que recuerda con nostalgia los días como reino independiente de esta región que cuenta con 12,5 millones de habitantes, pero que al mismo tiempo se conforma con el alto grado de autonomía que le concede un Estado federal como Alemania.
Identificación con el país, progreso económico constante y una oposición débil aparecen, pues, como las claves del poder absoluto ostentado durante medio siglo por la CSU. Ahora bien, Peter Fahrenholz, analista político del Süddeutsche Zeitung, agrega otra de peso. "La CSU no se ha limitado a ser un partido refugiado en los aspectos regionales, sino que siempre ha influido en la política alemana, desde el Gobierno o la oposición. No sólo ha estado presente en la escena nacional, sino también en la europea". En los pasillos del congreso, algunos delegados, vestidos a la antigua usanza de los campesinos bávaros, dan la razón a Fahrenholz. Llevan pantalones cortos de cuero. Pero utilizan móviles de última generación.
Reparto de poderes
El congreso de la CSU ha ratificado este fin de semana el reparto de poderes entre el Gobierno y el partido. Así pues, los 14 años de poder absoluto de Edmund Stoiber como ministro presidente de Baviera y presidente de la CSU al mismo tiempo pesaron en la dirección socialcristiana a la hora de elegir a Günther Beckstein, actual ministro del Interior bávaro, como jefe del Ejecutivo, y a Erwin Huber, titular de Economía, como responsable partidista.
Beckstein fue ayer sencillamente ratificado al ser candidato único al puesto y al haber sido avalado previamente por el grupo parlamentario. En cambio, Huber tuvo que competir con Horst Seehofer, ministro federal de Agricultura, y con la dirigente de la ciudad de Fürth Gabriela Pauli que desató hace casi un año la crisis en la CSU al acusar a Stoiber de haber ordenado que la espiaran después de sus frecuentes críticas. Como estaba previsto, Huber fue el ganador al recoger el 58% de los votos del millar de delegados de toda Baviera frente al 39% de Seehofer y a un irrelevante 2,5% de Pauli.
De este modo, una fórmula de bicefalia, que algunos consideran sólo de transición, gobierna desde ayer en este partido que lleva medio siglo en el poder. La condición de sesentones de Beckstein y de Huber, su falta de carisma y sus más que probables enfrentamientos por el poder anuncian que la CSU volverá a elegir un único líder para el Gobierno del land y para el partido tras las elecciones regionales del próximo año. Muchos dudan de que los dos lugartenientes de Stoiber colaboren de una forma leal. Pero, por el momento Beckstein y Huber están condenados a entenderse si quieren mantener la mayoría absoluta en el Parlamento de Múnich.
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