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Bronca por la financiación autonómica
Columna
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¡Jo, qué tropa!

¿Hay alguna manera de resumir la comedia bufa que representaron ayer en las Cortes Valencianas los dos partidos mayoritarios? Uno de los protagonistas clavó el titular: "Una partida de truc". Un juego de naipes cuya esencia es la mentira y el engaño. Así entienden algunos dirigentes la política valenciana. Sólo así se explica que el presidente de la Generalitat reconociera de un solo golpe que se había equivocado en la reforma del Estatut al no incluir una disposición que garantizara la financiación por habitante, que la cláusula Camps se manifestara en su inmensa inanidad política y que confesara el error que cometió al recurrir el modelo de financiación del Estatuto andaluz ante el Tribunal Constitucional. Todo ello lo asumió con el mayor de los desparpajos. En su huida hacia adelante para ocultar lo evidente, que el Gobierno de Zapatero ha invertido en cuatro años 1.500 millones de euros más que Aznar en ocho, al PP todo le vale. Incluso ir contra sus propios actos.

La hipocresía y el cinismo de los populares encuentra su contrapunto en una oposición que, entre cándida y sandia, está para el desahucio. El envite que lanzó Pla con la ingenua pretensión de poner en evidencia el victimismo del presidente Camps se volvió en su contra apenas su portavoz parlamentario, Ángel Luna, le corrigió a la baja. Iba de farol, claro. Y se arrugó. El secretario general de los socialistas valencianos es corresponsable del Estatut que dijo querer enmendar y su liderazgo político -otra cosa es el orgánico- está más que en cuestión desde su derrota en las pasadas elecciones autonómicas. Pla, mal que bien puede dirigir el PSPV, pero no tiene fuerza para liderar la oposición. La suya es una debilidad obvia. No tuvo coraje para aceptar el órdago de la presidenta de las Cortes, Milagrosa Martínez, cuando esta, en un breve ataque de cordura, quiso hacer transparentes las cuentas del Parlamento autonómico y ayer no aguantó el farol del poder. Los socialistas tienen un problema y la solución no es, como alguien ha sugerido, el ex alcalde de Alicante, siempre presto últimamente a ejercer de aguador del PP. Su conflicto es estructural, no de personas. Un cambio de caras no arreglará nada.

Camps ha conseguido combinar una retórica nacionalista con una racial defensa de España. Dos conceptos antagónicos que maneja con la misma demagogia y eficacia que José Bono en sus tiempos de presidente castellano-manchego. Por eso puede decir una cosa y su contraria: oponerse al sistema de financiación andaluz un mes y reclamarlo después. Nadie parece dispuesto a tenérselo en cuenta. Lo suyo es una partida de truc en la que Pla va de comparsa.

Ya lo decía Romanones: "¡Jo, qué tropa!".

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