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Columna
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Conciencia de Mugardos

Durante unos años compartí y comparé con el escritor vasco Bernardo Atxaga nuestras respectivas situaciones cuando intentábamos hablar de nuestro trabajo artístico fuera de nuestros países. A Atxaga le preguntaban obsesiva y reiteradamente por ETA y el País Vasco y él a mí, por Manuel Fraga. Por mi parte, harto del asunto acuñé un repertorio de respuestas para salir del paso y recuerdo como especialmente efectiva una que utilicé por primera vez en la televisión pública catalana: "En política exterior estoy totalmente de acuerdo con mi presidente". Era una forma de manifestar mi total desacuerdo con la política de Fraga y resaltar irónicamente esas paradojas en las que el ex ministro de Franco rompía el guión de la derecha en la que milita tercamente como, por ejemplo, en su amistad con Fidel Castro.

Otro de los cortocircuitos del derechismo centralista de Fraga fue que, en determinado momento, decidió no aceptar los planes monopolísticos de la distribución energética que dejaban a Galicia fuera del mapa de la regasificación y por eso apoyó, hasta la irracionalidad incluso y posiblemente extralimitándose en sus funciones institucionales, la iniciativa del empresario Tojeiro con Reganosa. La contrapartida trágica de ese apoyo era la aceptación acrítica de la ubicación de la planta de Mugardos que imponía el empresario para, entre otras cosas, capitalizar unos terrenos que ya poseía en la constitución del capital de la compañía. Ahí se torcieron las cosas. Lo que podría y debería ser estratégico para Galicia y su "autogobierno energético" conlleva para siempre, si no se rectifica, un alto tributo en seguridad e impacto medioambiental.

Por eso los vecinos que desde hace más de dos meses están encerrados en la casa consistorial de Mugardos contra Reganosa no sólo expresan colectivamente su conciencia civil de mugardeses, sino que además condensan el diseño más genuino y racional de lo que debería ser la conciencia ciudadana de Galicia a favor del modelo económico de nuestro crecimiento futuro, con claves propias, eficaces y territorial y medioambientalmente sanas.

No creo que se pueda despachar esa justa reivindicación bajo el paraguas de lo que la sociología política da en denominar "no en mi patio". Puede haber intereses espurios camuflados parcialmente en ese clamor popular anti Reganosa como efectivamente los hay también en una iniciativa empresarial que pretendía dar respuesta clarividente a las necesidades estratégicas de Galicia y a su acceso y control de la distribución de energía. Algún vecino habrá que pueda pretender aumentar el precio de su expropiación o mantener sin límites la cuota depredadora inevitable e inherente a la actividad del marisqueo, pero ninguna de esas circunstancias les quita razón a los encerrados que, como digo, podemos extrapolar como conciencia de toda Galicia bajo el común denominador de "crecimiento y energía propios, sí, pero ninguna parte del territorio es nuestro patio trasero".

Por eso hace falta asentar líneas de diálogo y argumentarios basados en datos ciertos y que, como mínimo, garanticen otra cultura industrial y económica para nuestro futuro. La empresa no puede hacer propaganda, que no información, diciendo cosas como que el proceso de licuado del gas mejora el marisco, pero tampoco se puede mantener que determinado grado catastrófico de los posibles accidentes que invocan los detractores se neutralizaría simplemente porque la planta estuviese en el puerto exterior de Ferrol, sin duda la ubicación más idónea. El gas es estratégico para Galicia, pero en el camino de Reganosa parece que se violaron innumerables prescripciones y protocolos de gestión y seguridad. El actual Gobierno de la Xunta sabe (y debe) practicar una cultura del diálogo de la que el actual conselleiro de Industria, Fernando Blanco, es exponente bien eficaz y paradigmático. En lo que conocemos de algunos de los accionistas sabemos que valoran la responsabilidad social corporativa en el buen gobierno de sus empresas e inversiones. Que no se convierta, pues, Mugardos en el patio trasero de Galicia.

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