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Columna
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A destiempo

El entrañable protagonista de la novela Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi dirige, en 1938, la página cultural del Lisboa, y necesita contratar a un colaborador para la sección de efemérides Lo que Pereira está buscando es a alguien que le escriba necrológicas a destiempo, anticipadas, dedicadas a personajes célebres que aún están con vida: "Sencillamente -explica- porque en un periódico hay que escribir los elogios fúnebres de los escritores o una necrológica cada vez que muere un escritor importante, y las necrológicas no se pueden improvisar de un día para otro, hay que tenerlas preparadas... imagínese usted si mañana se muriera Mauriac, a ver, ¿cómo resolvería yo la papeleta?".

Esta pregunta nos surge de la manera más natural y pertinente cuando nos enfrentamos a algunas muertes materiales o simbólicas. ¿A ver cómo resolvemos ahora la papeleta? Ahora, por ejemplo, en que ETA comunica que se queda para seguir atentando, es decir, intentando matar, y José Jon Imaz, una de las voces nacionalistas más firme y explícitamente posicionadas en su contra, anuncia que se va. ¿A ver qué se va a hacer ahora? ¿A ver cómo va a resolverse lo que sin duda es una papeleta?

Hay muertes reales o simbólicas que se viven propiamente como injusticias. ¿Por qué unos tienen que marcharse mientras otros se quedan; o tal vez porque otros se quedan? ¿Por qué unos tienen que marcharse tan a destiempo o a contratiempo? En Epinay-sur-Seine, una pequeña localidad de la banlieue parisina, fue asesinado hace unos días Ali Zebboudj, el propietario de una tienda de comestibles que se había convertido en un faro y en un motor de unión, acción comunitaria y esperanza en ese barrio desfavorecido. Ali Zebboudj era conocido, mucho más allá de los límites de su jurisdicción solidaria, por ser el protagonista de Alimentation Générale, el estupendo documental de Chantal Briet, alabado y premiado internacionalmente. Les invitamos a presentarlo el año pasado, en San Sebastián, dentro del marco del festival Literaktum. Después de la proyección de la película y del debate, Ali Zebboudj, que tenía una voz estupenda, cantó canciones de su Kabilia natal, acompañado a la mandolina por Salem Bedredine. Fue uno de esos días en que los pulmones se te llenan de un aire de entusiasmo y de confianza.

Como te llenas de confianza y de entusiasmo cuando lees y relees, en realidad recitas de memoria Soledad, el maravilloso relato de Pedro de Miguel: la historia de ese anciano que se coloca un hilo rojo en el hombro, con la intención de que sirva de cebo para pescar a algún transeúnte bondadoso que lo advierta, se detenga y le dé un ratito de conversación. Hay que tener mucha confianza en la naturaleza humana para creer que una hebra de hilo puede trenzar la empatía y remediar la soledad; y para imaginar un argumento como el de ese relato, en el que el narrador efectivamente se detiene para aliviarle al anciano de su peso en el hombro. "Y comenzamos una conversación entretenida llena de vericuetos y anécdotas exóticas". Pedro de Miguel tenía esa confianza y la alentaba. Clareaba en su trato personal y en su obra el lado bueno de lo humano, ética, intelectual, sentimentalmente hablando. También él acaba de morir, y a ver cómo resolvemos ahora la papeleta de su ausencia, dan ganas de preguntarse.

Como Pereira, que tiene toda la razón. Las necrológicas de la buena gente siempre se adelantan, siempre caen mal de tiempo. Hay necrológicas que a una le gustaría no escribir nunca o atrasar indefinidamente. Sólo cabe el consuelo de pensar que hay necrológicas que en realidad se anulan a sí mismas, por ser elogios fúnebres dedicados a quien no muere o a lo que nunca muere. En honor y como homenaje a Pedro de Miguel y a Ali Zebboudj, estoy dispuesta a seguir creyendo un tiempo más que los valores y principios y gestos limpios que ellos representaron son de los que no mueren, de los que se sitúan en el lado eterno de lo humano, invencible.

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