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Crítica:HISTORIAS DEL DESORDEN MUNDIAL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Desmoronamiento

Los hijos del emperador es la última novela de Claire Messud (1966), la inquieta, cosmopolita y premiada novelista norteamericana que, educada en Australia e hija de padre oriundo de Argelia, fue curiosamente considerada por Granta, en 2003, una de las novelistas inglesas más valiosas. Ha enseñado escritura creativa en la Johns Hopkins University y en varios colleges, y se nota en su prosa, meticulosa con los adjetivos, sumamente precisa y por la que se pasean varias fórmulas tan recurrentes como eficaces. Los hijos del emperador filma a cámara lenta un mundo desmoronándose como las Torres Gemelas aquel 11 de septiembre de 2001, el gran icono del nacimiento de nuestro milenio y el drama que subyace a la trama de la novela como una marca de agua. Claire Messud lleva a su punto de ebullición la tragedia global nacida de los conflictos raciales y la anemia moral alimentada durante décadas por hipocresías y felicidad embotellada, y lo hace a través de quinientas páginas de crítica cultural, sátira social, ecos de Austen, personajes de Scott Fitzgerald y conflictos de conciencia, valores y éticas mudables que nos conducen a Edith Wharton. Vemos la perturbación que está sufriendo el mundo a través del drama de la familia Thwaite en el corazón de la ciudad de Nueva York, herida para siempre y convertida aquí en metáfora de un espacio a un tiempo maculado y redentor.

LOS HIJOS DEL EMPERADOR

Claire Messud

Traducción de Patricia Antón

RBA. Barcelona, 2007

479 páginas. 21 euros

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ha sido contada desde perspectivas contrastadas, desde La buena vida, de Jay McInerney, o Tan fuerte, tan cerca, de Jonathan Safran Foer, por ejemplo, a Terrorista, de John Updike, o El hombre del salto, la lectura trágica con la que Don DeLillo contribuye también a este nuevo nicho narrativo. Messud prefiere las distancias cortas, las enrarecidas relaciones personales, el retrato de los rostros y el sufrimiento individual a los discursos alegóricos y las visiones de conjunto ("había ido a Nueva York; pero aquel inmenso agujero sólo parecía una extrusión de su propio dolor"), y Los hijos del emperador es una buena novela, y no el pretexto ficcional con el que justificar otro voluntarioso ensayo sobre la pesadilla en la que nos vemos inmersos. Marina, la niña de papá hija del glamuroso y donjuanesco periodista Murray Thwaite (un personaje que podría haber concebido Tom Wolfe), Danielle, productora de documentales al borde del fracaso, Julius, crítico free-lance del Village Voice, el alternativo y autodidacta Bootie y los demás personajes de la novela hacen valer su personalidad en cada capítulo, sin que al lector se le escapen ni por un momento la discreta ironía y la sonrisa burlesca con las que el narrador trata a sus criaturas. Iconoclastas, agitados periodistas, libertinos, empedernidos egotistas, madres comprometidas, jóvenes ansiosos de liderazgo, pijos ociosos y vanidosos que sólo temen su propio fracaso componen el grupo de conejillos de indias con el que experimentar cómo cada uno se procura su vacuna personal frente a la tragedia colectiva. Y Claire Messud se muestra ciertamente muy hábil atrapando al lector en los conflictos de sus protagonistas e invitándolo a contrastar la trivial irrelevancia de algunos de ellos con la magnitud del horror desencadenado por los aviones suicidas.

Vista de Manhattan, desde el barrio de Brooklyn de Nueva York, al día siguiente del atentado a las torres del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001.
Vista de Manhattan, desde el barrio de Brooklyn de Nueva York, al día siguiente del atentado a las torres del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001.AP

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