Diagnóstico tardío
El 41% de las personas a las que se diagnosticó padecer sida en España en 2006 no sabían que habían contraído la infección. Que a estas alturas 4 de cada 10 enfermos se enteren cuando la infección ha evolucionado lo suficiente como para dar síntomas indica que algo está fallando de forma estrepitosa en la forma de abordar esta enfermedad. Significa que las personas infectadas pueden haber incurrido en relaciones de riesgo sin adoptar las medidas de prevención necesarias.
A ello hay que añadir que en el 58,4% de los casos, es decir, bastante más de la mitad, ese primer diagnóstico es un diagnóstico tardío, lo que implica que la persona infectada no sólo se ha convertido en un vector de expansión de la enfermedad sino que el desconocimiento de su situación le ha privado de los beneficios de poder recibir tratamiento en las fases más tempranas de la infección.
El hecho de que año tras año haya más casos por transmisión heterosexual y que la incidencia aumente en mujeres y jóvenes indica que la epidemia se extiende sin que tengamos instrumentos para conocer exactamente cuál es la magnitud del problema, ni hayamos sabido establecer diques eficaces de contención. De momento, ni siquiera tenemos un registro nacional de casos de sida. Sólo 7 de las 17 comunidades autónomas más Ceuta tienen un registro, lo que abarca solamente al 32% de la población. La extrapolación de estos datos indica que cada año se producen 3.000 nuevas infecciones en España, una parte importante de las cuales no se diagnosticará hasta mucho más tarde.
Parece claro que la sociedad en general, y algunos grupos más vulnerables en particular, están bajando la guardia frente al sida, como también la han bajado las autoridades sanitarias. El anterior plan nacional de lucha contra la enfermedad terminó en 2005 y desde entonces, tres personas distintas han estado al frente de este importante asunto. El nuevo plan, cuyo borrador acaba de presentar Sanidad, adolece de muchas inconcreciones que deberían subsanarse en el periodo de consultas. La lucha contra el sida necesita un nuevo impulso en el ámbito de la prevención y profundizar en el debate de cómo se puede compaginar mejor la necesaria salvaguarda de la intimidad de los afectados con la obtención y el tratamiento de datos para tener una idea completa de la dimensión y los retos que plantea este problema a una sociedad abierta y tolerante como la española en el siglo XXI.
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