El amor mata con lentejuelas

Algunas películas parecen calculadas para complacer a los detractores del género en el que se inscriben: ésta es una de ellas, esquinada comedia romántica que se abre con una declaración de amor que culmina en fatal infarto. Actor formado en variantes MTV de la comedia televisiva, Michael Ian Black debuta en la dirección de largos con esta comedia romántica especialmente indicada para todos aquellos que odien las comedias románticas. O, por lo menos, sientan cierto reparo en reconocer que, en ocasiones, las consumen.

Cásate conmigo cruza los caminos de un posadolescente (Jason Biggs) que carga con la culpa de haber propiciado la muerte de su prometida, y una camarera (Isla Fisher) que intenta huir del inminente compromiso con un tipo insoportable, extrovertido y repipi.

El choque de personajes hace pensar en una declinación pop del espíritu de la screwball comedy, pero hay otros ecos que pegan este divertimento ligero a la tradición: hay algo en Jason Biggs que recuerda a los grandes cómicos melancólicos del cine mudo, como su habilidad para llevar un jersey raído como una prolongación simbólica de su estado de ánimo.

Por su parte, Isla Fisher no ejerce de mero interés romántico, sino que confirma esa capacidad para reciclar su sex-appeal en arma cómica que ya exploró en De boda en boda (2005).

La improbable historia de amor entre ambos personajes es aliñada con un notable plantel de excéntricos secundarios, en el que destacan Margo Martindale y Edward Hermann como los lúbricos padres de él, y Chris Diamantopoulos como el ex novio de ella, cripto-gay dotado de un extraño talento para jugar a las películas.

Michael Ian Black imprime al conjunto la agilidad de una comedia televisiva de nueva generación -vertiente Arrested development (2003-2006), para entendernos- y pone en evidencia, sin cargar las tintas, el sonrojante conservadurismo del grueso de películas que Hollywood lanza al mercado con la misma etiqueta genérica.