El santuario de Lignano
"Este récord sirve para recordar a mis amigos que Asafa sigue aquí", dice Powell, que se recluyó en su base italiana tras fracasar en los Mundiales de Osaka
Antes del éxito, el santuario. Antes del récord del mundo, de la marca imposible, de la venganza contra el fantasma de Tyson Gay, Lignano-Sabbiadoro. Udine. Italia. Playas y aguas termales. Pistas de atletismo al sol. Sprints de 50 metros con atletas discapacitados. Jamaica en Europa. "Mi segunda casa", que dijo ayer Asafa Powell. "Éste es un récord muy rápido. Mis últimos 40 metros han sido muy fuertes. Los ejecuté como debía y logré hacer lo que había venido a hacer hoy [ayer]. Sirve para recordar a mis amigos que Asafa sigue aquí".
Pocas horas después de ganar la plata en el relevo corto de los Mundiales de Osaka, en Japón, Powell rumiaba su fracaso en un avión con destino a Italia. Fue hace justo una semana. El jamaicano volaba a través de tres zonas horarias, dos noches aéreas y un transbordo hacia Lignano. Allí, entre los pinos, como indica el nombre del l'Hotel & Wellness Fra i Pini, Powell tiene desde hace un año su base de trabajo en Europa. Desde Italia, Powell va a las reuniones de la Liga de Oro. Y en Italia, donde preparó los Mundiales de Osaka, se entrena en compañía de su equipo técnico y una veintena de atletas, Sherone Simpson -oro olímpico y plata mundial en los 4x100 metros-, Brigitte Foster -plata y bronce mundiales en los 100 metros vallas-, Michael Frater -subcampeón mundial de los 100 metros en Helsinki 2005- y Novlene Williams -bronce en los 400 metros de Osaka-, entre ellos.
El miércoles se anunció que no correría en Zúrich porque quería cobrar el doble que Tyson Gay
"He hecho lo que debía hacer sobre una pista muy rápida y con mucho rebote"
Para Powell, Lignano es Jamaica sin cementerios ni chicas asaltando su deportivo. "Tras los Mundiales de atletismo, he trabajado con mi entrenador para recuperar mi mejor nivel", reaccionó el velocista nada más batir su récord del mundo en una serie clasificatoria y mientras pedía a los reporteros que le dejaran marcharse a la ducha porque tenía que preparar la final. "He hecho lo que debía hacer sobre una pista muy rápida y con mucho rebote. Lo he hecho tras haber cometido algunos errores, pero ahora estoy de vuelta. Y lo he hecho, además, en Italia, que es mi segunda casa", proclamó.
Cuenta Powell que, cuando llegó a su base de entrenamientos italiana, se sintió como en Jamaica. Allí, sabiéndose seguro, héroe local sin hablar italiano, Powell participa en programas de solidaridad atlética. Trota en sprints de 50 metros con atletas discapacitados. Se hace fotografías. Disfruta de un vasito de Baileys "de vez en cuando". Y, también de vez en cuando, aprovechando el ambiente de euforia, el saberse adorado, se pasea en camiseta interior, blanca y sin mangas, con las chancletas ancladas en los pies y gritando: "¡Yo soy el hombre más veloz del mundo! ¡El más fuerte! Lo dicen los resultados, pero sobre todo lo siento dentro de mí. Aún comparto el récord con Gatlin, pero es sólo cuestión de tiempo".
El reloj dejó de contar ayer, justo un año después de aquella bravata. La amenaza de Powell sorprende por poco frecuente. Hijo de dos pastores protestantes, el jamaicano se hizo un hueco en la velocidad de su isla mientras le gritaban, con malicia, "Church boy!
[¡niño de la Iglesia!]". Su búsqueda de la paz en la religión fue acentuada por dos muertes violentas y un cementerio. En 2002, su hermano Michael murió de un disparo. En 2003 perdió a su hermano Vaun. Ninguno tenía más de 25 años. La edad que este año cumplirá Powell, un chico introvertido, visitante frecuente de las tumbas familiares y con alergia al estrellato. "A veces es difícil estar en Jamaica porque hay chicas que se arrojan contra mí ahora que soy conocido y tengo un buen coche", le contaba al Telegraph. ¿Y qué hace?, le preguntaron. "Llevar siempre a mi novia en el coche", respondió.
A Powell, sin embargo, le empezaba a apretar la cuenta de resultados. Bronce en los 100 metros de Osaka, ya había voces que recordaban que su anterior récord del mundo era de hacía dos años. Demasiado tiempo para el mundo de internet y los canales de información 24 horas, siempre a la búsqueda de lo nuevo y sorprendente. Powell, el chico que había sentido "pánico" al olfatear la llegada de Gay en la final de Osaka, era un campeón en la encrucijada. La billetera o la gloria. Su agente ya había manifestado su intención de buscarle carreras en Asia, donde el mercado es joven, dulcemente inocente y ávido de emociones fuertes. Europa, no.
"Por honradez", explicaba el miércoles en una rueda de prensa multitudinaria Patrick Magyar, organizador de la reunión de Zúrich, "no podemos contar con Powell". "Ha pedido el doble de lo que va a recibir Tyson Gay, que es triple campeón del mundo. La primera vez que nos pidió dinero le dijimos que si era campeón de los 100 metros en Osaka...".
Magyar no quiso hablar de dinero frente a los periodistas. Una cifra, sin embargo, trascendió a la prensa. Gay, el esprinter tranquilo, el chico que había dicho que "por nada del mundo" se hubiera imaginado como triple campeón mundial, iba a cobrar 50.000 dólares (36.800 euros). Powell quería recibir 100.000 (73.600 euros), justo el doble, por pasar diez segundos sobre la pista superveloz de Zúrich. Su argumento, viniendo del gran fracasado de los Mundiales, sonaba a broma: "Estoy para batir el récord del mundo".
REUNIÓN DE RIETI: Otros resultados: Hombres: 1.500 metros: 1. J. C. Higuero, 3m 34,78s. 2. S. Simotwo (Ken.), 3m 35,19s. 3. C. Obrist (Ita.), 3m 35,32s. 10. P. A. Esteso, 3m 39,03s. A. Fernández, no terminó. Longitud. 1. I. Saladino (Pan), 8,31m. 2. O. Lukashevych (Ucr.), 7,97m. 3. M. Pate (EE UU) 7,93m. Mujeres: 800 metros: 1. J. Jepkosgei (Ken.), 1m 56,29s. 2. S. Usovich (Bie.), 1m 58,68s. 3. M. Martínez, 1m 59,29s. 1.500 metros: 1. O. Yegorova (Rus.), 4m 3,27s. 2. V. Kibiwot Jelagat (Ken.), 4m 3,63s. 3. Y. Fomenko (Rus.), 4m 4,52s. 12. D. Checa, 4m 9,24s.
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