El rey en solitario y sin corona
Asafa Powell, al que se le resisten los títulos, bate con 9,74s el récord mundial de 100 metros que compartía con Justin Gatlin en 9,77s
Asafa Powell, decían los sabios en Osaka, está en condiciones físicas de batir el récord del mundo. Y lo conseguirá siempre que sea en una reunión secundaria, siempre que no esté Tyson Gay en la pista.
Por si alguien tenía alguna duda, Asafa Powell (Saint Catherine, Jamaica, 23 de noviembre de 1982) volvió a demostrar ayer que es el hombre más rápido del mundo, de la historia. Lo hizo batiendo el récord del mundo de los 100 metros en la primera serie de la reunión de Rieti (Italia, altitud: 405 metros), una reunión menor, dos semanas justas después de haber fracasado, una vez más, en un gran campeonato y haber logrado solamente la medalla de bronce en los Mundiales de Osaka. Lo hizo con una marca de 9,74s, tres centésimas inferior a la anterior plusmarca, 9,77s, que él mismo había conseguido tres veces, la primera, en Atenas, en junio de 2005, y que también había logrado, en mayo de 2006, el norteamericano Justin Gatlin. "Es una manera de recordar a mis amigos que Asafa aún está aquí", dijo.
Powell se benefició de unas condiciones ideales y un viento a favor de 1,7 metros por segundo
Apenas una hora después de superar su récord, el jamaicano volvió a rozarlo: corrió en 9,78s
Y por si alguien seguía teniendo dudas sobre su capacidad para correr deprisa, apenas una hora después de los 9,74s, en los que se benefició de unas condiciones casi ideales, con un viento a favor de 1,7 metros por segundo, en la final de la reunión italiana, el gigante jamaicano (un auténtico oso de 1,93 metros y 88 kilos), volvió a rozar el récord: con viento nulo corrió en 9,78s, la tercera mejor marca de la historia. En ninguna de las dos carreras, en las que rozó la perfección ya desde la salida -tiempo de reacción en la primera, la del récord, 0,137s; en la segunda, mejor aún: 0,120s- necesitó de la presión de sus rivales para volar, ya que fue el único que bajó de los 10s.
Nadie en la historia ha corrido tantas veces como Powell por debajo de los 9,80 segundos: cinco veces en los tres últimos años; nadie tampoco ha corrido en tantas ocasiones los 100 metros en 9,90s o menos: 14. De hecho, sólo otros dos velocistas han bajado, dentro de la legalidad de 9,80s: Gatlin -cuya marca, de todas maneras, aún está en duda pues pocas semanas después de los 9,77s de Doha resultó positivo por testosterona- y otro norteamericano, Mo Greene, que logró el récord en 1999 con 9,79s. Otros dos atletas fueron desposeídos de su récord por dopaje después de lograr bajar de 9,80s: Ben Johnson, canadiense de origen jamaicano, que corrió en 9,79s en la final de Seúl 88, y Tim Montgomery, 9,78s en París, en 2002.
Nadie en la historia, tampoco, ha corrido tan deprisa y ha ganado tan pocos títulos como Powell, el rey sin corona, quien aún no ha conseguido ningún título olímpico ni mundial. En los Juegos de Atenas, 2004, en los que partía como favorito, terminó quinto; en el Mundial de París 2003 fue descalificado por salida nula en cuartos de final; en el Mundial de Helsinki no participó por una lesión -su fragilidad física, que le ha impedido hasta el momento completar una temporada redonda desde su llegada a la cima, corre pareja a su fragilidad mental, contradiciendo de manera clamorosa la imponencia de su cuerpo- y en la final de Osaka dejó de correr cuando, tras partir como alma que lleva el diablo vio, a partir de los 50 metros acercarse la sombra de Tyson Gay y terminó tercero.
Alcanzó en aquel momento, aquella calurosa noche de hace dos domingos en Osaka, el punto más bajo en la curva de su autoestima. Aunque Powell, como Gay, como la nueva raza de sprinters que dominan el cotarro después de la limpieza que han supuesto el caso Balco y el positivo de Gatlin, no es de los dados a fanfarronear, poco antes de la cita japonesa ya advirtió que estaba para récord, para 9,70s incluso. En las series del Mundial su forma se exhibía de manera tan exuberante que se apreciaban sus inmensos esfuerzos para frenar y no romper el cronómetro; en la final, su miedo, su mirada, el sudor ácido que perlaba su frente, se exhibieron también: una vez alcanzada su velocidad de crucero a los 50 metros fue incapaz de mantenerla pasados los 60, cuando se hacen las diferencias. Seis días después, su último relevo en la final de los 4x100 metros abonó aún más la opinión de los expertos: Powell es el más rápido pero sólo cuando sabe que con sus piernas no se está jugando ningún título. Después de una curva perfecta de Gay, el tercer relevista estadounidense, cuando Powell agarró el bastón, Estados Unidos era una entelequia distante y Jamaica no era más que quinta. Lanzado, como un tren a punto de descarrillar, sin freno, con su enorme zancada abriéndose paso por la calle, su pesada pisada, sus piernas como pistones verticales, Powell corrió los 100 metros en 8,84s: superó a todos, salvo al estadounidense.
Ayer, en Rieti, en la carrera del récord, liberado también del miedo a perder, fue igual: siguió acelerando, como dicen los libros de biomecánica de la carrera perfecta, hasta casi los 70 metros, hasta que su cuerpo alcanzó el límite. El turno es ahora para Gay, con quien no se ha enfrentado este año más que en la final de Osaka, para seguir empujándolo.
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