Refugio de calma y buen comer

Inexplicable que no existiera en las proximidades de Madrid un hotel rural de lujo, como en los alrededores de Barcelona o en el de las principales capitales europeas... Hasta ahora. Con los réditos obtenidos en la venta de la firma de decoración KA Internacional, la familia Resusta se ha puesto en ello tras adquirir una finca de 600 hectáreas a nueve kilómetros de Oropesa y convertir su pabellón de caza, erigido por los Álvarez de Toledo a principios del siglo XIX, en un refinado hotel gourmand de 29 habitaciones, candidato a formar parte el año que viene de los Relais & Châteaux. Avala este propósito la contratación del ubicuo Santi Santamaría como director gastronómico, pendiente aún de afinar muchas de las sutilezas requeridas por el proyecto.

Un recibimiento acorde a la elegancia uniformada de las casas señoriales de antaño anuncia la naturalidad con la que el huésped se desenvolverá a través de sus instalaciones o entre los límites de la vasta hacienda, que cuenta con un embalse propio, picadero de caballos e innumerables montes de encinar para practicar senderismo con la sierra de Gredos, vista desde el Tiétar, al fondo. Parterres de arriates y palmeras en orden natural rodean la mansión. Un vergel en invierno. Secarral ocre y tostado en verano.

Para los rigores, el spa dispone de una piscina central y varias cabinas de masajes orientadas hacia un patio de estilo italiano con estatuas de mármol.

La decoración interior mezcla el carácter floral de la campiña inglesa, el regusto barroco del arquitecto francés que diseñó el pabellón y los establos, cierta atmósfera gustaviana y alguna que otra intersección vintage que los dueños prometen atemperar en los próximos meses. El ambiente, obviamente clásico, apacigua más que sorprende, gusta más que alecciona. Siempre queda la duda de si el edificio no habría merecido una intervención menos empalagosa que introdujera en sus tripas la viveza del paisaje toledano.

Esto sí que es la nueva (aunque cara) vida en el campo.