Siria acusa de violar su espacio aéreo a la aviación israelí
Baterías antiaéreas de Damasco dispararon contra un cazabombardero de Tel Aviv
La cuerda se tensa una vez más en Oriente Próximo, sólo un año después del alto el fuego entre Israel y Líbano. El Gobierno sirio acusó ayer a la aviación israelí de haber violado su espacio aéreo, aseguró que sus baterías antiaéreas dispararon contra un cazabombardero hebreo y anunció que habrá respuesta. El Ejecutivo israelí declinó todo comentario sobre el grave incidente, que añade leña al fuego de una región en la que cualquier acontecimiento es susceptible de desencadenar un efecto dominó.
El régimen sirio, por medio de la agencia oficial Sana, aseguró que "el avión enemigo israelí se infiltró la noche del miércoles en territorio sirio a través de la frontera norte procedente del Mediterráneo y se dirigió hacia el este rompiendo la barrera del sonido". Otros portavoces añadieron que más tarde el avión descargó su munición en una zona desértica sin causar daños.
Damasco y Tel Aviv han repetido hasta la saciedad, desde comienzos de año, su disposición a negociar la paz. Aunque, por supuesto, sin ceder un ápice en sus posiciones de partida. Si había alguna posibilidad de diálogo, ahora se ha esfumado y el lenguaje se ha tornado agresivo. "Siria se reserva el derecho a determinar la naturaleza de la respuesta al ataque israelí. El liderazgo sirio está considerándola seriamente", declaró a la cadena Al Yazira el ministro de Información, Moshen Bilal.
"Ayer el presidente israelí, Simón Peres, hablaba en Roma de paz. Israel no quiere la paz. No puede sobrevivir sin la agresión, la traición y los mensajes militares", añadió Bilal. "No es nuestra costumbre responder a este tipo de informes", se limitó a contestar un portavoz hebreo.
A partir del mismo instante en que concluyó la contienda entre Israel y Hezbolá, en agosto de 2006, los expertos militares no dejaban de hablar de que este verano habría revancha. Y en efecto, desde el invierno pasado, las maniobras militares de las Fuerzas Armadas de Israel en la meseta del Golán, ocupada a Siria en la guerra de 1967, se suceden con creciente intensidad. Los ministros de Defensa (antes Amir Peretz, ahora Ehud Barak) y el jefe del Ejecutivo, Ehud Olmert, han otorgado relevancia a estos ejercicios con sus frecuentes visitas. Incluso en el desierto del Negev, en el sur del país, los militares han realizado simulacros de asalto a pueblos árabes.
Reducción de maniobras
El momento del incidente no puede ser más inoportuno. Sólo hace unos días, ambos países anunciaban una reducción de las maniobras y de la alerta. Pero también desde hace meses, dirigentes sirios e israelíes han insistido en que un malentendido puede ser la chispa que desencadene una nueva guerra en Oriente Próximo. Éste es el tipo de acontecimientos que pueden hacer saltar la espoleta. "Estamos sentados en una bomba de relojería", opinaba ayer el prestigioso analista israelí Akiva Eldar.
Y es que en el otro lado de la frontera, el Ejército sirio también ha reforzado considerablemente sus posiciones militares, y el esfuerzo por modernizar su arsenal -especialmente sus tanques, misiles de medio alcance y defensas antiaéreas- es notorio. Rusia, que trata de ganar la influencia perdida en Oriente Próximo es su suministrador. Y como era de esperar, el régimen iraní advirtió ayer raudo que respaldará a Siria en todo lo que le solicite.
Si en la frontera norte la sangre no llegó al río, en el límite sur de Israel, en Gaza, nueve milicianos palestinos murieron alcanzados por la aviación hebrea. Es la represalia por el lanzamiento de cohetes caseros contra la ciudad de Sderot, ubicada a un par de kilómetros de Gaza. Aunque no han causado heridos, el lunes comenzó el curso escolar y las milicias islamistas y de Al Fatah dieron la bienvenida a los alumnos y a sus padres con una salva de proyectiles. Sabedores de que sólo una amplia operación militar por tierra podría dañar la capacidad de disparar cohetes, el Ejecutivo de Olmert baraja otra medida drástica que afectaría al millón y medio de habitantes de Gaza: el corte del suministro de luz y agua a la franja.
Damasco, en el punto de mira
Damasco está en el punto de mira permanente de Israel. Es el único vecino con cierta capacidad militar -la de Líbano se reduce a la potencia de fuego que pueda atesorar la guerrilla chií de Hezbolá- que no ha firmado la paz con el Estado sionista, después de que Egipto lo hiciera en 1979 y Jordania en 1994.
Si a Egipto se le devolvió el Sinaí en su totalidad, Siria no parece dispuesta a ningún compromiso territorial sobre el territorio del Golán, ocupado por Israel hace cuatro décadas. Desde la guerra de Yom Kipur, en 1973, ambos países se hallan en estado de guerra, aunque la frontera entre ambos países ha permanecido en calma y los incidentes han sido aisladísimos. La desconfianza, sin embargo, es absoluta.
Son numerosas las razones que aducen los Gobiernos hebreos para su permanente recelo hacia el régimen sirio. En primer lugar, Damasco es refugio de organizaciones palestinas en el exilio. Algunos de los máximos responsables de Hamás, Yihad Islámica y de varios partidos miembros de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) residen en la capital omeya.
Sin embargo, esto es así desde hace décadas, y, de hecho, campos de entrenamiento palestinos en territorio sirio fueron bombardeados en octubre de 2003. En los últimos años se han añadido nuevos motivos que acrecientan el rechazo.
Después de 30 años de tutela siria sobre Líbano -con el beneplácito de Estados Unidos, Israel, Francia-, las potencias occidentales decidieron en 2004 que la presencia de los soldados sirios en Líbano debía llegar a su fin. Naciones Unidas forzó la retirada, llevada a cabo en abril de 2005. Pero la influencia en el pequeño país mediterráneo no puede desaparecer de un plumazo. Washington, París y Tel Aviv acusan a Bachar el Asad, presidente sirio, de orquestar la desestabilización de Líbano. También, Estados Unidos responsabiliza a Damasco de respaldar a los insurgentes de Irak. Y para Israel, hay un elemento añadido crucial. La milicia libanesa Hezbolá, que puso en jaque el norte del Estado judío durante 34 días en el verano de 2006, goza del respaldo de Irán y Siria. Sin el visto bueno de Damasco, la guerrilla chií vería cortada su línea de abastecimiento.
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