La muerte de seis soldados estadounidenses eleva a 700 los militares fallecidos en Irak durante 2007
Seis soldados estadounidenses murieron en Irak y otros cuatro resultaron heridos en tres ataques diferentes, informó ayer un portavoz oficial del Ejército norteamericano en Bagdad. Tres de los militares perdieron la vida cuando su vehículo Humvee fue alcanzado por una potente bomba, del tipo de las que EE UU considera que son suministradas por Irán. El régimen de Teherán siempre ha rechazado estas acusaciones, que califica de falsas. Ese ataque tuvo lugar en el barrio predominantemente chií de Mashtal, al este de Bagdad.
Un cuarto soldado falleció durante una operación de combate en el oeste de la capital. Otros dos militares murieron ayer en el este de Bagdad. La información facilitada por el Ejército no especifica los lugares exactos.
Estas muertes se producen en un momento político muy delicado para la Casa Blanca, que se enfrenta la próxima semana al examen de un Congreso dominado por los demócratas. Éstos desean exprimir al máximo las flaquezas del presidente y de su política en Irak, sobre todo en vísperas de un año electoral. George W. Bush aseguró esta semana en una base estadounidense en la provincia iraquí de Al Anbar que si continuaban los "éxitos" militares podría ordenar una reducción de tropas en 2008.
Más de 700 soldados estadounidenses han fallecido en Irak en lo que va de año, una cifra elevada si se compara con los 810 de todo el año 2006. Los militares argumentan que esto se debe a dos razones: el aumento en 30.000 soldados este año y que éstos realizan numerosas operaciones fuera de sus cuarteles.
Cerca de 3.740 militares norteamericanos han muerto en Irak desde el inicio de la invasión en 2003, de los cuales, 3.065 han muerto en acción. Otros 27.600 han resultado heridos, de los cuales 12.429 de manera tan grave que no han podido reincorporarse a las fuerzas armadas, según informa la web del Pentágono.
Por otra parte, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, se reunió ayer en la ciudad santa de Nayaf, a 160 kilómetros al sur de Bagdad, con el máximo líder religioso de los chiíes de Irak, el ayatolá Mohamed Ali Sistani. "Mi visita a Nayaf había sido planeada antes [del viaje de Bush a Irak], con el objetivo de escuchar los puntos de vista de su eminencia sobre ciertos asuntos, por lo que la visita de Bush no tiene nada que ver con la mía", dijo. Entre esos asuntos está la formación del nuevo Gobierno.
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