Nombres de calles

Hace unos días pudimos ver en televisión al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, decir que le iba a dedicar una calle de la capital de España al escritor, recientemente fallecido, Francisco Umbral. Es prerrogativa de cada Ayuntamiento ponerle nombre a las calles de sus respectivos términos municipales que, con todo lo que se está construyendo, deben tener verdaderos quebraderos de cabeza para buscar nombres coherentes con los tiempos que corren y que la ciudadanía no les ponga objeciones.

Y es que se trata de que los nombres de las calles gusten no sólo a los vecinos que las habitan, sino al conjunto de la ciudadanía del propio municipio y a los visitantes. Sorprende, pues, circular por algunas poblaciones y ver todavía nombres de sus calles, como General Mola, José Antonio, Generalísimo, etcétera. Quizá algún lector piense que eso es respetar la historia, y no le faltaría razón, si fuera sólo eso. Lo que sucede es que esos ayuntamientos deberían replantearse si esos nombres no levantan algún resquemor entre parte de la ciudadanía.

Con la distancia de los 30 años de democracia que celebramos, más los 40 años de régimen anterior, parece más que razonable que cualquiera de los partidos democráticos que gobiernan esos ayuntamientos tengan la valentía de cambiar, democráticamente, esos nombres que fueron colocados de manera no tan democrática por los vencedores de una lucha fratricida.